La Ley del Deporte

¿QUIÉN FUE EL CONCORDIENSE LEANDRO «POCHANO» VILCHE? POR LA LEY DEL BOXEO

Leandro «Pochano» Vilche nació un 27 de febrero de 1945 en Concordia. Nacido y criado en el barrio Ex Aeroclub. Uno de los vecindarios más viejos de la ciudad, donde había un Dispensario Médico, un Aeropuerto, una Pista de Automovilismo, y la cancha de Santa María de Oro. Todo desaparecido y removido debido a las grandes y devastadoras inundaciones.

Leandro fue expulsado de tres escuelas por pelear. Dejó porque no le gustaba, para vender diarios, y «hacer una moneda».

Su carrera nace con el boxeador Rodolfo «Botija» Gómez, quien lo hace pelear en un ring hecho con guardapolvos atados en las mangas. Lo dirige Eber «El Bebe» Bermúdez, también conocido como «El Paragüero» Bermúdez, o «El Mozo» Bermúdez.

«El Negro» ha sido un boxeador de categoría Ligeros de la década del sesenta y setenta. Hubo grandes sueños con este muchacho agresivo cuando se consagra en el «Campeonato de los Barrios» en el salón del Ferro. Noqueando a «Bigote» Kaneman por KOT 3. La gente se preguntaba hasta donde podía llegar. No querían perder tiempo asegurándole peleas, y consiguiéndose un lugar para verlo.

«Pochano» era un boxeador explosivo, de manos venenosas, y destructivas. En sus puños siempre tenía bombas para repartir, aguardando por un KO. Eso enamoraba a la hinchada. La defensa y su jab eran subestimados porque la gente disfrutaba de su ofensiva. Un peleador corte Joe «El Humeante» Frazier. Iba para adelante «echando humo». Pero no le pidas que vaya para atrás, «ni para tomar impulso».

Vilches arranca en el club Sarmiento y debuta en La Cantera a los quince años. Tiraba mucho. Y tenía ese famoso gancho al cuerpo que hacía «suspirar». Te «probaba el alma». Llegaba doble «a la parrilla» y, si remataba a la cabeza con «fuerza full», ¡Maduraba el KO! Había dolor y caos por todo el cuerpo. Un tren que pasaba y pisaba.

El se va a Buenos Aires y es entrenado por el viejo «Tino» Porzzio. Estuvo en el Luna Park y peleo en el mítico estadio. Conoció y se hizo amigo de los más grandes. Allá pierde la final de los Guantes de Oro contra «El Ardilla» Aranda, quien posteriormente fuera campeón argentino Livianos.

Se casa, contra la voluntad de su viejo, con Manuela Ballejos cuando ella tenía 15 y el 20. Manuela era de Leguizamón y Castelli, entre calles de adoquines y casa bajas, en el barrio Almirante Brown. Ellos tuvieron siete hijos. Todos tuvieron su profesión. ¡El siempre fue boxeador!

«El Negro» debuta como profesional un 24 de julio de 1965, ganándole por puntos a José Montanaro en Buenos Aires. Había una fuerte creencia que podía llegar muy lejos. A pesar de que existían demasiados tiburones en las aguas profundas de los Livianos.

Hizo el servicio militar siendo ya profesional. La famosa «Colimba» de correr, limpiar, y barrer en Concordia. Si bien tuvo formación militar, también lo tenían para tareas domésticas y de «che pibe».

«Pochano» le gana a tremendos boxeadores. Hace añicos a Juan «Sandunga» Quintana, que lo había fajado de chico en el barrio. Quintana luego «la pagó» por KO. ¡No se olvidaba este, rencoroso, de lo que le había hecho aquella vez!

Era muy vengativo en el ring de los agravios que tuvo que soportar en la vida. Ese rencor por las agreteadas de chico era «nafta de avión» para pasar por arriba al que venga.

La rivalidad que protagonizó frente al uruguayo Gualberto «Fierrito» Fernández dividió a Concordia. «Fierrito» había empatado nada menos que con Loche. Y tenía todo listo para pelear con el campeón uruguayo Miguel Ángel Piriz por el título uruguayo y sudamericano, pero lo mandaron primero a pelear con «un negrito» de Concordia, como para agarrar ritmo. Pero se «sacó la boga». Fue victoria por nocaut en el sexto asalto para Leandro.

Luego supera al campeón santafesino Ramón Luque, al campeón rosarino Pedro Coria, al campeón bahiense José Martino. Pierde su invicto en Concordia con Adán Gómez faltando quince segundos, le venía dando una biaba, pero una mano milagrosa le saco la victoria «del buche». Demuele a Isabelino Basualdo, a Mario Trappani…

Peleo y perdió con el cubano Valentín Brown, con Tristán Falfán en Tucumán, con Cirilo Pausa en Córdoba, con Baldivio Ojeda de semifondo en el Luna, con el campeón argentino Carlos Aro, jamás «lo atendió» un croto. Lo peleaba a Loche… pero «El Intocable» no apareció y no se hizo…

Vilches en su mejor momento tuvo a su madre con cáncer, y muchas necesidades. Entonces necesitaba pelear para poder pagar los costos de la enfermedad. Pasaba una mosca y la cazaba para pelearla de las necesidades que tenía. Siempre con su elegante capa roja y su medallón amarillo.

Empata con Vicente Holgado y con el campeón brasileño Everaldo Costa Acevedo, quien peleo por el título del mundo dos veces en Europa. En la revancha perdió porque Costa Acevedo se «subió a la bicicleta», y se mantuvo lejos de todo peligro. Tipos de tremenda jerarquía.

La revancha que protagonizó frente al uruguayo Gualberto «Fierrito» Fernández quedó en la historia y fue un lleno total en el Ferrocarril. Estaban los seguidores de «Fierrito» y los fanáticos de «Pochano». Otra vez victoria para «El Negro» por KO 6 con un gancho a la punta de la pera.

Una noche que peleo y le gano por KO 2 a Emiliano González con un frío tremendo, se jode los huesos de la mano. Horacio Cresto, quien andaba en todos los festivales, lo lleva al Sanatorio Concordia para que lo enyesen. Al yeso se lo saco a los dos días con un cuchillo. Pero nació una amistad que duraría toda la vida.

Cuando vuelve de Buenos Aires es ayudado por «Batata», su admirador y dueño de Casa Cresto, ubicada en Pellegrini y Mitre. Quién le pone ahí mismo un gimnasio llamado «Leandro Vilches» a su disposición.

Su última pelea la hizo un 12 de marzo de 1971 en Concepción del Uruguay, con el campeón rosarino Pedro «Resorte» Berón, empatando a diez vueltas. Solo tenía veintiséis años. «Colgó los guantes» porque tuvo un problema grave de salud y no pudo seguir. Estuvo en batallas brutales. Y eso hizo extinguir rápidamente su llama.

Dueño de uno de los más ásperos ganchos de izquierda de nuestra historia. Se hamacaba y los voleaba. Te trabajaba las costillas que te iban dejando sin «gas en el tanque», y las mezclaba con fuertes ganchos a la mandíbula. Gran actividad sin cesar. Pero no tenía gran defensa y su derecha era ordinaria. Era un diestro falso. Hacía casi todo con la zurda. Estuvo quinto en el ranking argentino Liviano. Un lugar de privilegio en aquel entonces.

«Pochano» nació para pelear y superar la adversidad. Un verdadero guerrero que capturo la mirada de manejadores de Buenos Aires. Porque satisfacía a las multitudes. Fue el único tipo que sin ser campeón llenaba todas las canchas. La del Sarmiento, la Cantera, el Ferro, el Sargento Cabral, el Libertad… Llenaba porque siempre había «acción y drama».

El boxeo no fue solo su trabajo o su deporte. Fue y es su identidad y lo etiqueta. Su estilo desenfrenado aceptaba «sin chistar» el sufrimiento, y el dolor de las batallas. Como el precio a pagar por la gloria. Cuando deja de boxear, trabaja y vive en el gimnasio Municipal con su familia.

Luego se va a vivir a Concepción del Uruguay a entrenar y organizar festivales. Regresa a Concordia e ingresa en la Municipalidad donde se termina jubilando.

El homenajeado de hoy es el gestor y hacedor del Monumento al Boxeador al lado del mítico club La Cantera. Inclusive fue el creador de la «Noche de las Narices Chatas», agasajo con cena incluida a «nuestras glorias». Era el que convocaba a los boxeadores a los desfiles del 9 de julio.

Fue el que organizó el festival «Reliquias del Box», donde ídolos del ayer pudieron volver a sentirse protagonistas y escuchar, una vez más, la ovación de la popular. También trabajo por una obra que no pudo concretar: «El Panteón de Los Boxeadores». Siempre se dedicó a conseguir cosas para el boxeo. Trajinando, pidiendo, llamando, y haciendo.

«El Negro» Vilches se aferró a su pasión e intento vivir de eso. Cuando se le termina la vida útil de su carrera, vos no le podés reprochar que no se especializó en algo. Lo mejor que puede hacer es mantenerse cerca del deporte que eligió, lo distinguió, y le otorgo una vida.

El hombre supo ganarse el respeto de sus adversarios. Encima de todo eso es recordado porque corría todas las maratones de reyes cinchando a un amigo que le faltaban las piernas. Hasta que a el también le cortaron una por exceso de azúcar en la sangre, y quedo ciego. Luego sufrió de Alzheimer y perdió la memoria. Después un ACV le quito mucho su habla.

Estuvo viviendo siempre en el barrio con su mujer, quien cuido de ´´el. Cincuenta años de casados. Peleo contra muchas perdidas y enfermedades. El peleador pelea hasta el final, no huye. Hasta que suena el campanazo final. Para descansar en paz y pasar a ser historia. Y ser protagonista de narraciones de los sucesos del pasado.

El nueve de agosto del dos mil veintidós, a los setenta y siete años, fallecía de coronavirus «El Negro» Leandro Vilches. «El Último de los Mohicanos». Toda Concordia quedó llorando su partida. Y demostrándole su amor.

Cuando una calle, una tribuna, un gimnasio, o la cantina de la sede de un club de barrio se llame Leandro Vilche, un periodista le va a informar, a «quien lo quiera escuchar» quien fue Leandro «Pochano» Vilches. Porque lo sabe «de buena fuente». Y lo hará encantado, y muy orgulloso por haberlo eternizado.

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