La Ley del Deporte

BIENVENIDO QUERIDO Y SOÑADO «LIBRO DE ORO LA LEY DEL BOXEO CONCORDIA»

He terminado el querido y soñado «Libro de Oro La Ley del Boxeo, que saldrá a la venta muy pronto, pero no trata sobre mis crónicas de los festivales, que amo y mucho hacerlas. En cambio, pone el acento en conocer, homenajear, y darle voz a los valientes y luchadores, pero muchas veces olvidados, ignorados, y difamados boxeadores. Vida y obra de ustedes gurises.

El lector encontrará los 110 mejores homenajes y entrevistas difundidas por “La Ley del Boxeo” en radio Matrix Continental 94.9. Para esto me metí en las periferias, conecté con su gente, y sus costumbres. Fue un viaje hermoso y lleno de enriquecimiento personal, y laboral.

Yo soy aficionado al boxeo desde chico. Vivía sobre calle Alem y 25 de mayo en la ciudad de Concordia, Entre Ríos. E iba a la escuela Almafuerte. Digo esto porque, muchos de mis compañeros y amigos eran de la zona sur, muy ligada al boxeo. Además, jugaba al básquet en Ferro, que es «La Meca del Boxeo», donde los viernes veíamos las organizaciones de los campeonatos de barrio. Y en aquel tiempo, «El Gringo» Jaurena y «Nico» Albers, eran las grandes figuras.

Escuchaba a Bradanini, a Noblega, a Cardozo… En la recordada Radio Gaceta Deportiva por LT 15. Y me devoraba la sección deportiva del diario El Heraldo, La Nación y sobre todo la revista El Gráfico. Fascinado por las crónicas mundialistas de «Uby» Sacco, «Falucho» Laciar y «Martillo» Roldán. Y Tyson a nivel mundial. Como observé, miré, leí, estudié, y escribí, me llamo simpáticamente «La Ley del Boxeo».

Aprendí que el boxeador es lo mejor de este sub mundo, es el verdadero protagonista. El que recibe los golpes y sufre todas las consecuencias. Pone su vida en juego todos los días porque cada día es «una final». Es a “cara de perro”, ya que sus necesidades son muchas…

Me metí en los barrios y los grandes arrabales para conocer sus realidades, sueños, y broncas… Muchos boxeadores son excluidos sociales que se invisibilizan. Y las personas hacemos lo imposible para no verlos. Por culpa, por desagrado, por miedo en que nos hagan algo, o terror, a caer en su mismo abismo… Dejamos de mirarlos.

Los manicomios, los leprosarios, cárceles, basurales, y las barriadas pobres han estado históricamente lejos del centro. Situados en los barrios de la periferia. Y desde allí surgen los grandes boxeadores. Porque normalmente tenés que estar muy jugado y necesitado, para “timbear” tu vida en un ring.

El boxeador arranca a pelear porque el gimnasio es un santuario donde se escapa de su realidad, muchas veces violenta y miserable. Está necesitado de un camino a recorrer, de dinero, de salud, de educación. Y sobre todo de afecto. No tiene casi nada, lo busca todo.

Los boxeadores son como la espada de su barrio. Cada vez que hay un choque… entran en combate viejas emociones heredadas de amigos, padres y abuelos. Van «al choque», a defender el orgullo y la historia del gimnasio, y de la zona. Tienen los ojos hasta de una ciudad sobre ellos. Hay muchos deseos, presiones, y pasiones. Y cuando llega el éxito… casi ninguno está preparado.

Lamentablemente, nadie se acuerda de él cuándo «cuelga los guantes». Mientras consiguen llevar algo a la mesa de «los que cortan la torta», se ocupan. Caso contrario… ¡No lo llaman ni los acreedores! Los juzgan, los desprecian, y pocos los ayudan… “Cuando quedan culo para arriba le estacionan la bicicleta en el «poto».

El boxeador trabaja, entrena, se cuida, corre, no come, no sale. Se rompe el lomo literalmente imaginando un futuro mejor, de bienestar, fama y fortuna. ¡Un desvergonzado a la hora de ir por su sueño de campeón del mundo! Y tiene el resentimiento por haber sido “condenado a vivir” sin nada.

Muchos aprenden, consiguen trabajo y salen a flote, otros se mantienen dentro del deporte como entrenadores y managers, en una atmósfera sana y que conocen, dándole gran contención a los gurises. Pero también hay quienes vuelven al punto de partida. Y es doloroso verlos caer pobres, borrachos… ¡Y «haciendo guantes» con sus propias sombras!

Ha sido un trabajo que me demando cinco años de mi vida. Y del cual me siento muy contento y orgulloso. Aprendí mucho de este universo tan ajeno al mío. Con solo recordarlo me emociono. Gracias a todos los que hicieron esto posible. Espero que disfruten de este libro. Me siento “feliz de la felicidad” de haber estado y haberlo hecho. Con el convencimiento de que salió muy bueno.

Federico “El Lobo” Muller (24/6/22)

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