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¿QUIÉN FUE RAÚL «TELARAÑA» RODRIGUEZ? POR LA LEY DEL BOXEO

Raúl Horacio «Telaraña» Rodríguez (73-7, 33 KO) nació en Río Cuarto, provincia de Córdoba, un 26 de noviembre de 1915. Río Cuarto es la segunda ciudad de la provincia con alrededor de doscientos mil habitantes. Y la llaman «El Imperio» por su pujanza y prosperidad.

Hijo de Florencia Acosta de Rodríguez y Juan Rodríguez. Era de la casi desaparecida colonia afro argentina. Muy numerosa en el siglo 17 y 18 porque, españoles e ingleses en su mayoría, los secuestraban del África y enviaban a los hombres a la Argentina para trabajar como esclavos en el campo, la minería, o la artesanía, mientras que a las mujeres las destinaban más para trabajos domésticos.

Allá en Río Cuarto era «El Mota» Rodríguez. Quién falleció en el año 1977. Es, para los historiadores más antiguos, uno de los diez mejores boxeadores que ha dado la Argentina. Que tuvo muchos…

Raúl Rodríguez descolló como amater. Participo de los Juegos Olímpicos Berlín 1938, gano las primeras dos peleas y lo robaron en la tercera. Por eso no es medallista olímpico. Se retiró como aficionado con alrededor de seiscientas peleas en el lomo.

Y debuta un 4 de octubre de 1939 como profesional ganándole por puntos a Pedro Caccia. Su primer manager fue su primo Santiago Rufino Acosta, y luego en Córdoba el periodista deportivo Alfredo «La Chancha» Ponsotti.

El mundo estaba en su peor momento de la historia. La Segunda Guerra Mundial aterrorizando a la humanidad. Se necesitaba de referentes sanos y positivos urgentemente. El era un modelo joven y fresco de su comunidad para volver a creer en el ser humano, en el mundo, y en que vale la pena pelear por hacer de este un «lugar mejor».

«Telaraña» era un estilista. Largo, ágil, de un gran sentido de la defensa, buena vista, cálculo del tiempo y la distancia, eficiente hamaqueo hacia los costados. Era casi imposible de conectar de lleno. Los frustraba con su calidad para no dejarse golpear. Inclusive hacía honor a su sobrenombre: te envolvía en sus redes hasta dejarte atrapado y sin salida.

El 27 de abril de 1940 se consagra campeón argentino Mediano ganándole en Decisión a Raúl Villarreal en el Luna Park de Buenos Aires. Gana el campeonato en una Super Serie Medianos ordenada por la FAB para llenar ese título que estaba vacante.

«La Telaraña Cordobesa» fue invicta durante 54 peleas. Como escribió Enrique Martín en el hermoso libro «Narices Chatas»: «Con la mira puesta en defender la carrocería, esterilizar al contrincante, y atacar con golpes programados y de manual. Para derrumbar al más entusiasta de los contendientes». Era defensivo pero ningún tímido a la hora de contra golpear. Tenía buenas combinaciones en distancia. Con un «aceptable» nivel de agresividad.

Fue campeón argentino y sudamericano de los Medianos. Superó a los más ilustres de la década. A Raúl «Cronómetro» Landini, a Jacinto Invierno, a Ignacio Ara, A Amado Azar, Atilio Caraune, a John «Young» Herrera, a José «El Tigre de Alfara» Martínez, al mexicano Luis «Kid Azteca» Páramo, al canadiense Jordan «Sony» Jones, al sudafricano Eddie Peirce. A muchos varias veces. Peleaba a cada rato. Buenos Aires y Córdoba eran sus lugares más visitados. También guapeó, este crucigrama difícil de resolver, muchas veces en Perú y en Colombia. Que quedaban a una distancia mucho más lejos que ahora…

El 18 de diciembre de 1943 se consagra campeón sudamericano Mediano frente a Antonio Fernández en Santiago de Chile. Se cocinaba a los pescados a fuego lento. Tanto los buenos, ricos y nutritivos como los malos, feos y viejos. Atrapados en una de las telarañas más eficaces del boxeo argentino. Un estilo que era un dolor de cabeza para todos. Se floreó por los ásperos años cuarenta, hasta que al final se fue haciendo un poco más ganable…

Raúl Rodríguez pierde el invicto en la Plaza de Toros de Acho, Lima, frente a Antonio «Antuco» Frontado por Decisión. Misma situación en la revancha. Fue perdiendo la defensa, la velocidad, la elasticidad, y la percepción de lo que le tiraban. Fue quedándose sin piernas. Como todo boxeador. Seguía siendo un crack. Solo que ya «en retirada».

Raúl Rodríguez fue un fantasma que sobrevolaba la década del 40 en el Luna Park y en Córdoba. Se sabía que era un rival casi imbatible. Era famoso y prestigioso. Respetado por todos. Aun cuando estaba maduro y cansado. Destilaba genialidades en «cuenta gotas».

«El Negro» pierde el titulo sudamericano el 18 de diciembre de 1948 con el trasandino Carlos «El Loco» Rendich por KO en Buenos Aires. Y cede el titulo argentino Mediano un 30 de abril de 1949 contra el popular Ricardo Calichio en el Luna Park: «El Madison de Sudamérica». Escribió el siquiatra, dramaturgo, actor y fanático del fútbol y del boxeo Eduardo «Tato» Pavlovsky: «Yo lo vi a Raúl Rodríguez en su ocaso, en su declive, en una pelea memorable con Ricardo Calichio, un guapo peleador y pegador. En el Round 4 de una pelea pareja Rodríguez tambaleó por una derecha tremenda. Se recostó sobre las cuerdas y Calichio fue a buscar el nocaut. Fue contra esas cuerdas donde Rodríguez expuso una de las más grandes lecciones de boxeo que vi en mi vida. Calichio tirando y el midiendo el esquive y la distancia para evitar el golpe decisivo. Los golpes caían en su mayoría al vacío, por ese manejo infernal de la distancia que solo tienen los grandes. Y con la sobriedad de quién maneja el oficio.

Raúl «Telaraña» Rodríguez, el hombre de la historia de hoy en La Ley del Boxeo, se retira perdiendo por KO un 24 de septiembre de 1949. En una década de carrera disputó 83 peleas. Ganó 73 dándole cátedra a casi todos. Perdió solo 7. Fue un campeón constante y sólido. De una vida muy sana de cuerpo, de mente y de espíritu. Andar limpio y pulcro a la hora del boxeo. Fue un símbolo deportivo en Córdoba. Uno de los referentes que guio los pasos de otros. Que se decidieron a imitarlo. Un negro cordobés, «El Mota» Rodríguez, quién alumbró a los chicos a creer en alguien, en un mundo hundido en la peor de las pesadillas. Que, para colmo de males, se habían hecho realidad…

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