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LA IRA (CONSEJO MUNICIPAL DE PREVENCIÓN DE ADICCIONES)

La activación de sentimientos y pensamientos intolerables y descontrolados, vienen de evaluaciones racionales y de condicionamientos emocionales. Y esto significa que no importa tanto lo que pasa, como lo que a nosotros nos pasa con esto que pasa. Depende del mecanismo psicológico particular que tenemos cada uno. Y luego, como se maneja la cabeza, busca hacer siempre o mismo. Formando un carácter irascible. La buena noticia es que se puede mejorar y mucho.

Es una actividad más a resolver, ayudar, y una gran oportunidad para aprender solucionando problemas, y alegremente, porque quienes no le tienen miedo a los desafíos.

Yo soy irascible y a veces se me sale la cadena, pero debo saber que yo no soy solo eso, soy muchas cosas más. Hay que contemplar esos episodios para ver como son nuestras estructuras de pensamientos, y que me pasa a mí cuando me «desubico».

Allí tenemos la ilusión que le estamos haciendo daño a alguien para desquitarnos, pero el daño mayor nos lo estamos haciendo a nosotros mismos. Es como tomar veneno y esperar que se muera el otro.

La ira, el odio, y el resentimiento son como flechas que tienen en la punta miel y en la cola veneno. Muchas veces la mente se regodea tratando de incrementar esa emoción, pero el que se perjudica tarde o temprano es uno mismo.

Las características básicas y hereditarias son nuestro temperamento. Más nuestra historia personal, que marcarán a nuestra personalidad. Una de las más propensas clases de personas a ser adictos y tener malestares todo el día son las Personalidades Tipo A.

Aquellos que son impacientes, que quieren todo ya, que no pueden escuchar al otro mucho tiempo, interrumpen siempre, tienen muchas metas y mal definidas, quieren ganar en todo, son altamente perfeccionistas, y hacen todo rápidamente, y a «lo loco».

El problema con este tipo de gente es que viven sufriendo y a veces son hostiles, irascibles, y pueden ser violentos. Y, muchas veces, apelan a una válvula de escape química para poder relajarse. Se drogan para bajar ese grado de tensión y malestar. Y con drogas y alcohol son más peligrosos que «mono con bazooka».

Los irascibles o de Personalidades Tipo A son propensos a accidentes de origen cardiovascular. Y tienen grandes chances de sufrir un infarto de miocardio. La ira «gatilla» el ataque cardiaco. O, por lo menos, lo favorece.

A ellos se les salta la ira y con foco en los otros, le echan la culpa de todo. Valoran negativamente el entorno. Siempre muestran «mala onda». Son personas explosivas y de «mecha corta», que les compromete el sistema inmune, el cardiovascular, el digestivo, y el hormonal.

En general son seres que reaccionan en un alto nivel a cualquier problema. Son los que se preocupan por pavadas y por las cosas importantes de la misma manera, no saben distinguir, porque no les funciona el botón de prioridades.

Esas personan reaccionan o se les dispara la cabeza enseguida. De toque. Desde el momento de la aparición del problema a la reacción media un tiempo muy corto. Y la reacción es desmedida. Se les enciende la mecha y explotan.

Vivimos días muy agitados y llenos de planes, experiencias, encuentros y trabajos y la ira puede brotar de cualquiera de esas situaciones. Las exigencias laborales acumulan estrés; desaprobar exámenes o estar constantemente a prueba en otros ámbitos generan frustración; las discusiones familiares, con amigos o extraños, provocan experiencias desagradables y angustiosas. Y no estar preparado para vivenciar estas situaciones nos puede jugar en contra.

La ira puede venir acompañada de altos niveles de ansiedad que son proyectados hacia afuera, como así también puede esconder un profundo estado de tristeza. Si bien no vas a lograr cambiar algunas de esas situaciones irritantes, sí podés cambiar tu manera de afrontarlas.

Lo importante es identificar qué nos causa ese enojo o fastidio. Podemos explorar en lo más profundo de nosotros mismos para encontrarlo. Así como identificamos aquello que nos genera malestar, también debemos ser capaces de conocer qué nos hace sentir bien y hacia dónde va nuestro deseo.

Las sugerencias para prevenir esto son:

Evitar situaciones de estrés y de máxima tensión. Poner en palabras tus enojos a medida que van surgiendo. No esperes que la última gota rebalse el vaso de agua. Atravesar tus frustraciones con naturalidad. Son un obstáculo más y no un peligro. Aprender a escuchar las señales de tu cuerpo. Si hay algo que no te gusta, tu cuerpo te lo hará saber. No te vuelvas indiferente a esas alertas. Y nunca te expreses a través de la violencia.

La ira se considera un trastorno cuando estos comportamientos tienden a ser constantes y se desencadenan por estímulos insignificantes. En este caso, deberás realizar tu consulta con un profesional para comenzar a tratarla.

La presión es un común denominador en la mayoría de los casos, y la falta de recursos lleva a cometer un desborde. El acto violento no muestra otra cosa que la incapacidad de adaptarse a la situación.

El ataque de furia nunca aliviana, más bien muestra una rigidez, la falta de recursos para darle una vuelta de tuerca al hecho sin salir lastimado, porque el que lleva la situación al extremo siempre sale dañado.

Pero como somos seres psíquicos, nuestra integridad no únicamente tiene que ver con el cuerpo, las injusticias también son una amenaza. Y muchas veces no son el resultado de un solo episodio, sino de la peligrosa gota que rebalsa el vaso. El límite de la tolerancia es muy bajo en una época de gran tensión, injusticia y disconformidad.

Hay personas que tienden a reaccionar de forma violenta de manera reiterada y que necesitan un tratamiento. En general, son terapias conductuales que ayudan a prevenir esa acción, se trabaja con distintos métodos para contar hasta diez, como decían las abuelas.

Se aplican distintas estrategias, como el registro de impulsos, donde la persona debe anotar cada una de las situaciones en las que explotó y describir cuáles fueron los pensamientos y emociones en esos momentos, lo que sirve para identificar mejor la problemática. También la reestructuración cognitiva, en la que se aprende a interpretar de manera más saludable las situaciones que nos generan enojo.

Otra herramienta es la identificación. Si uno está atento a la impermanencia me voy a dar cuenta de que hay un comienzo, desarrollo, y un final. Y si tengo la intento soltar, a penas observo que comienza, ahí ya me dispongo a soltar, no a negar. Soltar es un proceso, requiere práctica y práctica. Tantas veces quiero soltar, me doy cuenta, y pongo la intención en soltar.

Practicar, reiterar, volver a colocar ese hecho en la mente para qué nos vallamos relacionando de un modo distinto con los síntomas previos al ataque de ira, lo que le permite poder retirarse a tiempo del lugar.

Los síntomas de un ataque de ira son el aumento del ritmo cardíaco, la presión sanguínea, los niveles de adrenalina y noradrenalina, suele aparecer sudor, enrojecimiento facial, aumento de la tensión muscular, la gesticulación, y aceleración de la respiración y de los pensamientos.

Otro elemento por tener en cuenta en los arranques de ira es que el desborde puede no suceder al hecho puntual, sino que se produce por acumulamiento. Es el caso típico del señor que tiene un mal día de trabajo y se descarga con su mujer.

La emoción es una explosión que puede ir hacia fuera o hacia dentro. Hay que escuchar lo que nos dicen esas emociones, que no son buenas ni malas, para poder canalizarlas. Nosotros somos responsables de las habilidades para responder. No está mal enojarse, el punto está en saber transitar el enojo y aprender que el disparador de una emoción no está puesto en otra cosa, ni en otro. Si no en uno mismo

Hay que alargar y «humedecer la mecha». Para que si, se enciende, haya tiempo de evaluar y reflexionar sobre la situación. Nunca explotar y salir a «colgar gente». ¿Como? Con deportes, diversión, yoga, empatía, relajación, hablando, contando hasta diez, streaching, mente plena, meditación, estudio, arte, musicoterapia, etc. Cada uno encontrará su «cable a tierra». Para no prenderse fuego con las «descargas» de malas energías.

Por cualquier duda, consulte a su médico o a su psicólogo, hay maneras de calmar los impulsos y no hacerse daño a uno mismo, ni a los demás.

CONSEJO DE PREVENCIÓN DE ADICCIONES DE CONCORDIA

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