PARIS.- El oro olímpico de José “Maligno” Torres alumbró a la argentina, como tantas veces ocurre en esas disciplinas que marchan en el último vagón respecto de la popularidad, el alcance y la difusión. Y donde la disponibilidad de recursos es bastante discreta. En el cuerpo técnico albiceleste reconocen que el cordobés llegó a estos Juegos Olímpicos con “una bicicleta y media”. Es decir, una bici ajustada hasta la última tuerca y otra con algunos elementos desalineados. En cambio, los competidores de países como los Estados Unidos o Australia trajeron hasta tres bicicletas preparadas en forma idéntica, un calco una de otra. Todo un riesgo para el conjunto nacional, sobre todo por las caídas que se registran en los entrenamientos desde las alturas.
Maligno utilizó una bicicleta que cuesta unos 3000 dólares y que no requiere tanto mantenimiento a lo largo de los meses. El ciclista nacido en Santa Cruz de la Sierra no tiene conflictos con el apoyo estatal que le brinda el Enard, pero sobre todo porque cuenta con bastante respaldo privado, una inyección de dinero que proviene de marcas de energizantes y zapatillas que lo auspician.
Si algo tiene el BMX Freestyle es que apunta a un público adolescente y su marketing es vivaz y dinámico. Desde hace algunos años, gracias a sus buenos resultados, Torres entró en ese círculo virtuoso como una figura reconocida dentro de este mundillo. Por eso es que desde lo económico, ya tiene el camino bastante allanado rumbo a Los Angeles 2028; resta que siga esta misma línea de resultados para entreverarse con los otros mejores del mundo. Los próximos Juegos Olímpicos serán su gran objetivo, y gracias al espaldarazo que le dio este enorme logro, la inercia exitosa puede ser mucho mayor en cuanto a lo deportivo y el respaldo de sponsors.
El problema es el lugar de las prácticas. Cuando está en la Argentina se entrena en su ciudad, en las rampas del Polo Deportivo Mario Kempes que, además, llevan su nombre. Más allá del carácter emotivo de ese escenario, se trata de un parque abierto. Para contar con todas las garantías de una buena preparación, necesita un ámbito de trabajo en el que no lo afecten la lluvia, ni el viento ni el frío. Por eso es que, antes de los Juegos, Maligno viajó ocho días a Costa Rica, porque allí dispone de un parque con techo. “Ahora vamos a luchar para contar con un parque techado, con la idea de entrenarnos en mejores condiciones”, intenta entusiasmarse su entrenador, Maximiliano Benedía, aunque quizás no esté muy seguro de que se cumpla su pedido. Sobre todo si se juzga el estado deplorable en que quedó el Cenard, supuestamente la casa central del deporte argentino.