La Ley del Deporte

FEDERICO "EL LOBO" MULLER

CUENTO DE FUTBOL POR GUILLERMO SACCOMANNO

TRANSITO

Cuando Transi ve a Diego piensa en la yarará. Transi tiene doce años. Le pusieron Transito, por Cocomarola. Pero acá, en la Capital le dicen «Transi» por transero. Acá, en la Capital, para mantenerse a flote como los camalotes que veía en el rio desde el orfanato, hay que transar.

Por Transi lo conocen en Corrientes y Florida, donde abre y cierra las puertas de los taxis por monedas. Transi también le dicen los putos de Santa Fe y Marcelo T. Cuando busca ganarse unos pesos mas. Con los putos se gana mas, pero conviene andar con cuidado piensa Transi.

A su manera Transi es un solitario y no confía en nadie. Ni siquiera en los pibes de su banda, en la que se ganó el respeto a las piñas y con una sevillana apesar que le cortaron la nariz. Cuando por las noches reflejado en la vidriera Transi se mira, le gusta la pinta que le da la nariz quebrada, ese aire de cachorro peligroso.

A su manera Transi también es peligroso. Una noche un puto gordo y fino se lo llevo a la casa, que quedaba en Provincia. La casa era una quinta en Moreno, que a Transi le parecio una mansión. El puto era un gordo bastante amable, le cocino, lo baño, le dio de fumar un porro. Cuando Transi reacciono de la modorra, entre almohadones, vio a el gordo vestido de cuero, con una gorra de milico, queriéndolo atar con unas cadenas. Transi saco la sevillana, forcejeo con el puto, alcanzo a marcarlo en el cuello y salio disparando.

Desde entonces Transi desconfía del porro y prefiere otra cosa para dormir. Las cervezas y las pastillas son mejores que el pegamento. Y hacen menos daño, piensa. Transi sabe donde conseguirlas y también donde venderlas. Para el la Capital ya no tiene secretos. Y menos la noche. Y espera casi hasta que amanezca para entrar en esa casa tomada en el Once. Donde se mezclan bolivianos, peruanos, y chilenos.

No hay agua, ni luz eléctrica en los tres pisos de esa construcción que fue elegante y suntuosa a principios de siglo pasado. Transi no teme atravesar los estrechos territorios separados por una cortina mugrienta, una chapa, un carton. Si, le teme al sueño, esa pesadilla que siempre lo agarra cuando cierra los ojos y contrae los parpados.

En el sueño lo pica una víbora en el pie derecho. Y ya nunca va a patear una pelota como «El Diego». Para explicar la pesadilla de Transi tenemos que ir para atrás. En las afueras de Posadas, entre el rio y el monte. La Leonor, a quien todos apodaban «La Leona», había levantado un galponcito a unos cuantos metros de su casa. Mezcla de prefabricada y tapera, en la que vivía con su madre de noventa y pico.

Al principio el galponcito fue un almacen. Y mas tarde, los viernes y los sabados, ahí venían hombres y mujeres a compartir un asado, empanadas, chamame, y una borrachera. La Leona no sabia con exactitud su edad y tampoco su madre podía determinar la fecha de su nacimiento. Debia tener mas de cuarenta pero aparentaba menos. Tenia lo suyo. Si algún tipo se le sobre pasaba, La Leona sabia ponerlos en su lugar. No la habían apodado La Leona solo porque estaba buena.

Una madrugada de febrero cuando la concurrencia se termino de ir después de la parranda, La Leona se quedo con un Peón. Siete meses después nacio Transito. El padre se negó a reconocer a su hijo. La Leona no se preocupo. La Leona siempre se las había ingeniado sola. No precisaba un hombre para criar al nene, y menos un cobarde que no se animaba a darle el apellido.

Cuando Transito cumplió un año La Leona organizo una gran fiesta. Durante los preparativos iba y venia por el sendero de tierra roja que une la casa con el galponcito. Un sendero que se había echo con las pisadas que ella hizo descalza, a excepción de los viernes y los sábados, cuando se calzaba unos tacos de plástico rojo. Esa tarde, mientras transportaba una caja con guirnaldas para decorar el galponcito, la picó una yarará. Cinco horas mas tarde, cuando por fin la acostaron en una camilla del hospital, murió de un paro cardiaco. Aguanto bastante, opino un Medico de guardia, pero no lo suficiente.

Transito fue a parar a un orfanato. A los diez años, el profesor de gimnasia y entrenador del equipo de futbol, le garantizo que tenia pasta de campeón y que podía llegar a ser como Maradona. Transito se daba cuenta que no iba a serle fácil ser como Maradona quedándose donde estaba. Y se escapó. Escondido en el acoplado de un camión llego a la capital. Al plantarse frente al Obelisco se entusiasmó. Pero el optimismo le duro poco.

En estos días la Capital fue empapelada con un afiche de Diego. El ídolo de Transi sonríe ganador. Tiene una camiseta, la luce orgulloso: Sol sin droga, dice la camiseta. De Musimundo sale una música de salsa: «No salgas esta noche. No salgas solo, mi amigo. Te puedes encontrar con tu peor enemigo». A Transi se le queda grabada la música. Camina tarareando el estribillo, moviéndose como esos negros enormes en las películas. Aunque no le da la altura, Transi se siente poderoso.

Con la sevillana guardada en la cintura, Transi se para frente a un afiche de Diego. Le gustaría que el campeón apareciera en su sueño de la víbora, que la mandara a la mierda de un puntinazo. Pero por más que se lo fije Transi nunca logra soñar eso. Saca la Sevillana, y le cruza la cara a Diego. A pesar del tajo, Diego sigue sonriendo. Transi se ensaña con el afiche hasta despedazarlo. Cada tanto alguien que pasa lo observa y sigue de largo apurándose. Ahora Transi puede estar satisfecho. Transi mira a los costados. Nadie se atreve a meterse con él.

El cuerpo le esta pidiendo tomar algo. Abandona Santa Fe, dobla por Junín hacia el sur. Y se pierde en la noche tarareando esa canción.

LA LEY DEL DEPORTE (JUEVES 20 HS MATRIX 94.9).

 

 

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