La ciudad de Concordia siempre recuerda aquel boxeador pelado, grandote, musculoso, cara chata, que andaba en un pequeño bogie descapotable por las calles de Concordia. Era impactante para un chico, como quien esto escribe, ver a una especie de «hombre de Piedra» o «Pie Grande» por nuestra ciudad.
El invitado de hoy tenía un físico inmaculado, la nariz perfectamente ñata de boxeador, e impresionaba con solo mirarlo. Hablaba poco y era un enigma su vida para nosotros. ¿Qué hará, aparte de boxear? ¿Se queda en su cueva? ¿En su cabaña? ¿Vivirá de la caza y de la pesca?
El loco peleó mucho y hasta los cuarenta y seis años. La historia es la de un tipo que no le gustaba el boxeo, hizo deportes por gusto, por salud, para sentirse bien, tener un buen cuerpo, y por amor. Las «piruetas del destino» lo hicieron boxeador profesional cuando el promotor «Tito» Lectoure le insistió. Era una actividad física completa, y algo quería hacer. Y, sin quererlo, viajo por muchos lados del mundo y vivió del boxeo. Hoy es leyenda.
Siempre fue muy respetuoso con la gente y la prensa. Aunque no se puede decir lo mismo al revés. Los libros dirán que es el único campeón argentino Pesado Liviano de nuestra historia. Pero mucha gente lo refutará. Fundamentalmente, los siempre dispuestos a refutar leyendas. Dirán que fue una farsa. Que no le gano a nadie. Y que el cinturón lo obtuvo en un escritorio.
Sin embargo, en las muchas charlas que tuvimos, uno siente que «Dinamita» se valora mucho… No le importa el que dirán. Aprendió a apreciarse sabiendo que es un ser humano como cualquier otro. Ni mejor ni peor. Uno más. Que no está por arriba ni por debajo de nadie, que es tan capaz como los demás. Y que no necesita de estrategias para ocultarse, defenderse, o confrontarse con los que lo critican y «relajan». No le hace falta proteger su historia y su valía. El sabe bien quien es.
Vida y obra de un legendario gigante. Bienvenido, que emoción conocerte finalmente, Daniel Eduardo «Dinamita» Guibaudo. «El Patón» Guibaudo para los amigos, a «La Ley del Boxeo»:
«Hola muchacho, que bueno que hayas querido hacer una entrevista sobre mi vida. Hay mucho para contar. Yo soy del barrio de Pompeya, hincha de Colegiales, vivía cerca de la cancha, fui bautizado en la iglesia de Pompeya y toda mi familia es de ahí. Empecé a jugar en Colegiales a los quince años, era un pata dura, pero jugué en primera. Era una época linda donde se podía ir a la cancha con la familia y no pasaba nada, no como ahora. Como boxeador empecé con «El Lucho» Ramírez de Concordia, pero no me gustaba el boxeo. Yo lo hacía porque era asmático, combatí mi enfermedad, y la vencí. Además, me mejoraba físicamente porque es un deporte super completo».
«Mi viejo era Ignacio Cecilio Guibaudo y arreglaba heladeras, congeladores. Y mi mamá ha sido una activista Radical. Ayudaba mucho a la gente. Cada vez que venía a Concordia de una pelea, mama me tenía preparada una lista de la gente que no podía pagar sus cuentas y yo les daba. No era como ahora que para darte un plan te piden una moneda. Una vez le di mil dólares, cuando volví tuve que pagar deudas de los vecinos, le compre un auto a papá, y una lancha para mí».
«Soy el mayor de cinco hermanos. Tuve una infancia muy linda, no nos faltó nada. Hice mucha pesca deportiva, para comer, y para vivir. Mi viejo siempre me llevaba al frigorífico Yuquerí donde sacábamos cada pescados… Era el mejor lugar porque los peces iban ahí a comer los desperdicios de los ganados que mataban. Tuve hasta peña propia… Se llamaba «Peña de Pesca Dinamita».
«Yo jugaba al futbol en Colegiales, Círculo Policial, Comunicaciones y luego Colegiales nuevamente. Jugaba de tres, era defensor, pero termine de nueve por mi altura. Y corría maratones, y como maratonista siempre llegué… En todos los deportes fui del montón, no me destaque en ninguno. Yo iba porque me gustaba, y para mejorar físicamente. Pero no tenías muchas condiciones».
«¿Qué más te puedo contar? A ver, fui a la escuela Choveta, a la Capuchinos, a la Comercio, al Liceo Militar General Belgrano de Santa Fe, y a la Escuela de Sub Oficiales Sargento Cabral en Campo de Mayo. Pertenecí al Glorioso Regimiento de Granaderos a Caballos General San Martín, siendo hombre de la custodia de tres Presidentes, eso fue lo mejor que me paso en la vida».
«Movilice para los tres enfrentamientos importantes de este país. Fui a Tucumán a pelear contra la guerrilla y entré en combate, al Canal de Beagle donde hubo tiros y un montón de muertos, pero como no existía internet, las noticias no llegaban bien. Algunos se pasaban del límite, se encontraban, y se mataban. Mucha gente amiga nuestra no apareció nunca más. Y movilicé como combatiente del Ejército Argentino a la guerra de Malvinas, pero no combatí».
«Con mi primera mujer vivimos en el Tiro Federal. Con ella tuvimos mis primeros dos hijos. Yo trabajé mucho con papa de técnico en refrigeración. Ya con doce años te arreglaba una máquina de punta a punta. He tenido mis propios talleres hasta que cerré en el 2001».
«Como aficionado peleé acá, en Nogoya, en Basavilbaso, en Monte Caseros, Gualeguaychu, eh ya ni me acuerdo, siempre en la pelea de fondo. En la primera que hice me estaba matando el paraguayo Paniagua, me enterró de cabeza, en el suelo me pego en la nuca y lo descalificaron…».
«Como era Granadero a Caballo me fui a Buenos Aires. Voy al Luna y entreno ahí, pero Lectoure me manda al club Huracán para terminar de ser aficionado. Ya que ahí no podía estar un amater. Hago las peleas con los «Hermanos Raggo» y me hago profesional. Ahí ya me dediqué full time. Deje de ser Granadero. Entrené en el mejor templo del boxeo sudamericano que es el Luna Park, con «Tito» Lectoure de jefe mío, me entreno Pradeiro, Zacarías, Carlos Monzón, Horacio García. Estuve con los mejores de la época, «la crema de la crema».
«Debute como profesional con Daniel Neto en su casa de Coronel Pringles, perdiendo por puntos. Ya me mandaron al muere. Mi primer gran victoria fui de punto en el Ferrocarril de Concordia contra «El Toro» Venturelli, un 1 de septiembre de 1988. Un peleón. Me estaba matando y la di vuelta. Una pelea tremenda que terminé siendo banca».
«Combatí con Néstor «Tito» Giovannini, Juan Carlos Fernández, perdí y le gané a Miguel «El Chileno» Cea, con Jorge «El Gringo» Dáscola, Walter «El Bombardero de Beccar» Masseroni que me dio una paliza… empatamos con el campeón argentino Víctor Robledo, con Mario «Mazazo» Melo, el peruano Oscar Rivadeneyra en Lima, «El Morocho» Osuna, «Pulgarcito» Salazar, Dionisio Nascimento y Adilson «Manila» Rodrigues en Brasil por el título Sudamericano, con Luis «Rambo» Ricail, y con Fernando «Tiburcio» Santander, entre otros. Los peleé a todos. No me falto ninguno. No le tenía miedo a nadie. Iba con muchas ganas».
«Pelee en Brasil, en el estadio nacional de Perú, en Suiza, en Italia, en Alemania, en Chile le gané al sexto del ranking de la AMB Miguel Cea por puntos, fui con Zacarías a las Antillas Holandesas, a Curaçao, conocí Inglaterra, Holanda… pero no peleé. Lamentablemente como deportista hice lo mejor que pude, era del montón, un participante, un entusiasta, nunca fui un gran boxeador. Pero dejé bien sentado el prestigio de Concordia, presentándome bien físicamente y con la educación que aprendí de mis padres, y de los maestros concordienses. Yo, mira, pude salir adelante en la vida, y eso si me enorgullezco y mucho en resaltar».
«No me gustaba el boxeo ni mirar. Peleé hasta los 46 años en el 2006. La última pelea la perdí en Paraná contra un brasilero que no me acuerdo el nombre, ya me va a salir. Algún día me gustaría hacer una exhibición con el cinturón de campeón argentino Pesado Liviano frente a la gente que me quiere. Aún tengo una velocidad que es impresionante para mi edad, ja, ja, ja».
«De boxeo te puedo contar que entrene con Monzón, fui campeón argentino Pesado Liviano cuando Daniel Neto no se presentó al pesaje ni a pelear conmigo, no sé por qué, y peleé por el título sudamericano en Brasil en un estadio de futbol lleno. Y eso nadie me lo puede sacar. El récord mío en Boxrec es una mentira. Hice 63 peleas y gané la mayoría… Muchas veces me enterraron de cabeza… Me comí cada palizas… Que va a hacer».
«Tuve dos mujeres y con las dos tuve dos hijos. Maximiliano el mayor, luego Carina, después Melina e Iván. Dos varones y dos mujeres. Todos gente de bien. Luego me fui a vivir a La Bianca por un plan de IAPV. Me llamaron un día y me la adjudicaron la casa. Que quedo para mi hijo».
«Tuve una vida plagada de riquísimos momentos. Nadie me las puede contar por qué yo las viví. En este momento vivo solo, decidí que así iba a seguir en mi vida, quede bien con mis dos esposas, nunca peleé, jamás fui violento con ellas, una persona de bien. Vivo en Ciudadela, en Fuerte Apache, «barrio de Guapos» si los hay… Sigo siendo Custodio de Mercadería en Tránsito. He sido custodio del Correo Argentino, de Oca, de Andreani, de River Plate, de Arcor, de Monsanto, y en los últimos doce años he sido jefe de custodia de la empresa más importante de autopartes de Argentina, llamada Albocar SRL».
«El amor es mi trabajo, y el deporte que me encanta, como me gusta el triatlón, el pentatlón, eso que haces vos, el futbol, soy hincha de River, y el automovilismo me enloquece. Fui el abanderado de la primera carrera cuando inauguraron el Autódromo Ciudad de Concordia. El boxeo no me gusta mucho. En mi época un poco más, pero porque había muchos más valores. A Concordia voy bastante seguido, un día o dos, a pescar y el domingo ya me quiero volver para arrancar el lunes con todo en el trabajo».
Han pasado muchos años desde que aquel grandullón musculoso impresionaba a nosotros los chicos. El que levantaba su bogie con los brazos para estacionarlo en el club Ferro. Otras páginas ya se han escrito. Pero el quedo en la memoria casi como un personaje de historieta.
Su buena autoestima, a pesar de tantas palizas y enfrentamientos, le da mucha resistencia, tremenda fortaleza ante las críticas y problemas que tuvo en la vida. Si no creemos en nosotros mismos, … ¿quién lo va a hacer?En nuestra eficacia, en nuestra capacidad de ser y hacer como el, este mundo este es un lugar aterrador.
La mirada de «Dinamita» sobre el mismo es vital. Como es positiva, le permite actuar con aplomo, sentirse a gusto contando su historia, enfrentar las dificultades, y escuchar sin inmutarse a los cuestionamientos de sus detractores. Eso es muy bueno. Porque cuando tu estima es negativa, nos dejamos llevar más por un deseo de ahorrarnos sufrimiento y dolor, y nos atrincheramos. El hizo y hace sin estar muy pendiente del que dirán. ¡Los de afuera son de palo!
El historiador de boxeo «puro y duro» podrá decir que fue un boxeador perdedor. De récord negativo. Que se la pasaba en el tapiz. Que tenía miedo. Y que, quizás, no merezca un homenaje como este. Pero su obra boxística es insignificante dentro de una vida tan intensamente vivida. Trasciende lo meramente deportivo.
Y hay que decir que el boxeo, aparte de ser un combate de acción y drama, es una herramienta para «ganarle» a la vida. Y el aprendió a entrenar, tener conducta, metas, objetivos, dieta, descanso, sobrevivir, y soñar en grande en un gimnasio de boxeo.
Luego trabajo y mucho en varias cosas gracias a su formación militar. Por todo esto no termino endemoniado ni perdido diciendo giladas «por ahí». Y eso, aunque parezca loco y absurdo, es mucho más importante que los meros resultados de las peleas arribas de un ring.
Es más relevante la pelea de la vida. Porque en el ring estás un momento nada más. Y en la vida la tenés que pelear hasta el último aliento.
LA LEY DEL BOXEO