La Ley del Deporte

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TRIATLETA E INGENIERO MECÁNICO ALEJANDRO SAMBAD EN LA LEY DEL DEPORTE (18/3/21)

En Concordia el triatlón irrumpió a finales de los 80. Hoy nos visita un pionero y eterno triatleta. Muchos lo señalan como el gran referente. Tanto es así que es el último «sobreviviente» de aquellos que arrancaron en los Pentatlones del Lago de Salto Grande, y que tanta «escuela» hizo en generaciones posteriores.

Los relatos de Bradanini, Cardozo, Buschman, Fuyadoza, y Scarinci de esos años ya son de fábula, relatos de sucesos casi míticos, imaginarios, transmitidos ya con escasa relación con lo que fue la realidad histórica. Algunos se diluyen, otros se agigantan… Uno los veía desde Punta Viracho donde acampaba con los amigos. Como ya era nadador, miraba atentamente y soñaba con correr uno…

Los referentes son esenciales porque el tría es uno de los deportes más relajantes y sanos que hay. Es muy recomendado por los profesionales de la salud. Hoy es un boom en nuestra ciudad. Pero para que haya una «explosión» primero tuvo que haber pioneros que marcaron el camino.

Este señor tiene más de treinta años en pruebas combinadas. Así que tenemos historias para «tirar para arriba». ¿Cuánta cuerda le quedará? ¿Cuánta nafta resta en el tanque? ¿Qué lo mantiene motivado y entusiasmado? Vida y obra de uno «de los de antes». Pero que está vivo y humeante. Bienvenido Alejandro Sambad a «La Ley Del Deporte»:

«¿Hola como andan? La verdad que hace bastante íbamos a hacer la entrevista, pero tenía mucho trabajo y volvía tarde a casa. Tengo una impregnadora de maderas y hubo mucho trabajo últimamente. En Pandemia dejé casi un año de entrenar y me dediqué a trabajar a full. Fue difícil no tener la rutina después de tantos años, pero ahora estamos nuevamente retomando».

«Mi viejo era Ingeniero Químico. Trabajaba con su primo en Curtiembres Marcone, donde curaban pieles para hacer cueros. Luego compró un campo y también se dedicó a la forestación y a otras cosas más. Con mi mamá iban siempre al Hípico y de ahí nosotros dos nos conocemos».

«Vivíamos en Roque Sáenz Peña y Urquiza, en el centro. A la primaria fui a la Bachillerato Humanista y en la secundaria a Capuchinos. De chico hice algo de natación en el club Regatas, tres años de remo, jugué al rugby…»

«Estudié ingeniería mecánica en Rosario. Me costó mucho. Y al final de la carrera empecé a hacer triatlón, ya había empezado la movida del Pentatlón. Así que me preparé para correr. Nunca más dejé. Salvo por fuerzas mayores como una lesión o algo así. Me gusta entrenar, viajar, y correr. Entrenar es lo más duro, lo otro es lo más lindo».

«Lo primero que hice fue windsurf en Rosario, en el Paraná que es hermoso. En mi edificio vivía Sebastián Bachella, era triatleta y salíamos juntos. De la camada de Enrique Cresto para que te des una idea. Con él me fui metiendo en el entrenamiento. Y colaboré con la Asociación Rosarina de Triatlón» (Hace memoria, le cuesta, pasó hace mucho…).

«Entrenaba sin profesor ni rutina. Eso no existía. Me iba a la playa, al rio, a la costanera, a los parques, pedaleaba por la circunvalación de Rosario. Era más seguro y menos transitada que ahora. Era ir, hacer el deporte y pasarla bien. A mí me encantaba, aún hoy lo disfruto».

«Debuto en 1990 en el Pantalón del Lago de Salto Grande. En el 93, tras recibirme de Ingeniero, me vuelvo a Concordia y empiezo con «El Tote» Amengual, quien era el que más sabía por experiencia. Después me entreno Eugenio Balbi de Victoria, entrenador del equipo argentino. El triatlón también me dio a la mujer de mi vida, Marcela Moline, que es de Victoria. Y desde el 2008 me entrena Ezequiel Morales, el marido de Soledad Omar».

«El circuito entrerriano fue muy prestigioso. Tuvo en el dirigente Fernando Báez, a un loco lindo, a un tipo que le puso mucha pasión. Teníamos un calendario que Santa Fe no tenía, Buenos Aires aún no lo tiene, Mendoza tampoco. El entrerriano siempre fue muy colorido y bien organizado. Todos querían venir acá. Los paisajes son muy lindos».

«Corría el Campeonato Argentino. Viajábamos a todos lados. Eran 6 u 8 fechas, no me acuerdo. Mendoza, Trelew, San Juan, Mar del Plata, Catamarca, ahora me olvido algunas… La Paz era una. Eran casi todos Olímpicos. Algún Short podía haber… Para clasificar tenías que correr en cuatro o seis como mínimo. Yo intentaba terminar los campeonatos por más lejos que sean las carreras».

«Soy parejo en las tres disciplinas. Quizás ando mejor en bicicleta un poco. Ahí recupero posiciones. En pedestrismo sostengo mi lugar o puedo superar alguno, depende. Competía en mi categoría. Pero no en la general. Corrí, como te dijo un gran amigo Raúl Pigozzi, un Tetralón en Chapelco. Nunca había esquiado en mi vida. Fui una semana antes y contraté un instructor, 40 o 50 minutos de bajada sobre nieve, después 30 km de ciclismo, 6 km de kayak en el lago Lacar que estaba helado, y 15 de pedestrismo en montaña, en pleno invierno».

«Luego empiezo a correr en Medio Iron Man y Iron Man. En un Medio mi mejor actuación fue 4:35 o 4:37, y en un Iron Man 9:53. Nunca más pude hacer esos tiempos. En esas dos quede quinto en mi categoría y los cuatro primeros usaron sus plazas para ir al mundial, así que me quede afuera y con ese gustito agridulce. Me encanta viajar con mi familia o amigos a conocer lugares. Es nuestra filosofía de vida».

«Competir en Hawaii es lo máximo. Nadar en aguas transparentes, pedalear rodeado de lava volcánica, correr entre esas montañas. Debuté en un Extreme Terra de Maui en el 2008. Logré la clasificación en Córdoba. Eran 1500 metros de natación, 30 kilómetros de ciclismo, y 12 de pedestrismo tipo Cross Country. Los últimos 3 kilómetros sobre arena negra. Luego corrí en Cozumel y gané la plaza para el mundial de Hawaii en Iron Man. Mejor que eso no hay. Es un paraíso terrenal. Y corres con los mejores del mundo que te pasan por al lado».

«Un día nos llama Fernando Báez para hacer el Medio en Concordia. A Fabián Escamilla, a «El Negro» Passini, a Javier Del Castillo, y a mí. Se empezó a trabajar. Ellos ya dejaban equipamientos en el terreno de mi empresa que es muy grande. Estaban trabajando y se gestaba la ACPC. Que hoy tiene uno de los mejores Iron Man 70.3. Organizativamente, no tiene nada que envidiarle a ninguno. Siempre intento traer novedades que aparecen en otros lugares. Para mejorar siempre. Es un laburo pesadito…».

«Tuve una lesión en una rodilla que me molestaba demasiado. Por el desgaste de tantas carreras. Me fui a Estados Unidos e hicimos un tratamiento que resultó exitoso. No te digo que estoy 100 por ciento, pero puedo correr y normalmente no me duele. Ahora que vengo del parate más largo de mi vida, tengo el cuerpo descansado por la inactividad. Pero siento las ganas de siempre»

«En La Paz corro entrenado o no entrenado. Es una carrera donde sentís el calor de la gente. En todos los barrios te alientan sin parar y recibís un afecto que no te lo dan en ningún lado. He viajado y conocido mucho, pero la pasión de La Paz no la encontrás. Tengo muchos amigos del triatlón. Yo corro porque es un cable a tierra. Te desenchufas del trabajo, de las obligaciones, tenés dos o tres horas para vos y despejarte. Por el tría no salís mucho, comes bastante sano, te dormís temprano… Haces otras cosa para no estar siempre cumpliendo con lo mismo, te encontrás con vos mismo, y no necesito psicólogo (Se ríe)».

«Me costó mucho volver. Todavía estoy lejos de lo que estaba antes. Ojalá que nunca más tenga que dejar tanto tiempo. Estaba muy lento. Lo tomé como una motivación para mejorar y estar bien para este Medio de Concordia. La edad va pesando cada vez más. Pero voy a seguir mientras pueda caminar. No me tienta por ahora la idea de cambiar de deporte, mucho menos dejar».

Un pionero es aquel que hizo algo donde no había antecedentes, acciona donde antes no se hizo nada, hace algo nuevo, define un antes y un después.

Pero no fue un pionero y luego dejo. Se quedó y se perpetuó. Pudo extender, alargar su vida deportiva con gran conducta. Y seguirá pesar de todo. Para dejar un legado. Como triatleta y como persona. Hoy demuestra conducta y sacrificio.

Hoy las Pruebas Combinadas están cada día más populares. Muy por encima hasta de lo soñado y visualizado por aquellos románticos de la década de los 80.

Ale le dio constancia y durabilidad. Hoy es leyenda que hay que ganarle para ver si podés dar el salto. Una bisagra para todos. Para los que retoman o para los que arrancan y quieren saber de que «madera están hechos…» Primero hay que ganarle a «El Ale» Sambad. Después vemos si nos «tuteamos con la elite». Vencerlo no será «un paseo en el parque». Para eso hay que entrenar y transpirar «como chorizo en la aguantera». Porque es un «veterano de mil batallas», que tiene experiencia. Y eso no se compra en ninguna farmacia.

«El Ale» puede ser demasiado grande para aguantarle el ritmo a los más chicos. Pero es demasiado grande, como para dejarse «mojar la oreja» por cualquiera…

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