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¿QUIEN FUE ROY «SUPERMAN» JONES? POR LA LEY DEL BOXEO (22/2/19)

Roy Jones “Junior” (66-9, 47 KO) nació un 16 de enero de 1969 en Pensacola, Florida. Y se retiró en el 2018, con 49 años y mucho más lento y gordo que en sus mejores tiempos. Gano y noqueo a un tal Bobby Gunn. Estaba viejo, gordo, y lento. Una “sombra” de lo que alguna vez fue.

Hace quince o veinte años era, en su apogeo, una maravilla de observar y admirar.  Lo más parecido a “Superman”. Rápido, indescifrable, mágico e imbatible. Pegaba fuertísimo. Algunos dijeron que era “El Mejor Boxeador de la Historia del Boxeo Moderno”. No llegó. Esquivó demasiado a los mejores. Fue un demonio de la velocidad, del reflejo, y un atletismo de un genio. Y con un estilo cero ortodoxo. No sé sabia de donde iba a sacar las “balas”.

En sus últimos años parecía una triste copia del llamativo boxeador de Florida. Seguía arrogante y fanfarrón. Guardia baja y pera “en la vidriera”, como en los viejos tiempos. Pero en cámara lenta, en baja frecuencia, y terminaba “viendo las estrellas”… Ya era “El Viejo Roy Jones”.

Este tipo, al que últimamente todos le rogaban que se retire, fue el primer boxeador en ganar un título mundial Mediano y en Pesados, en 100 años de pugilismo moderno.

Yo conocí en su mejor momento al viejo Roy. Representó a los Estados Unidos en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988, donde se retiro con la medalla plateada tras ser robado desvergonzadamente de la de oro frente al representante coreano, “un tal” Par Si Hun.

Después de ese mamarracho, y con un récord positivo de 121-13, salta al campo rentado como una gran esperanza negra. Fue titular de campeonatos del mundo del peso Mediano, Super Mediano, Semi Pesado, y Pesado. Siempre con una velocidad supersónica. Tenía como resortes en los músculos. Saltaba como una pantera hacia su objetivo y desde largas distancias. Inverosímil. El negro peleaba “en el aire”. Desde los más inesperados ángulos. Pegaba mirando a la gente, conectaba con los ojos cerrados, gozaba de lo lindo del deporte que lo vio crecer. Y salía de zona de peligro con gracia y tranquilidad.

Roy se consagra campeón mundial Mediano de la F.I.B. frente a un desconocido Bernard Hopkins en decisión unánime, un 22 de mayo de 1993. En retrospectiva tiene mucha más significancia ahora, que en aquel entonces cuando “El Ejecutador” Hopkins era sospechado de ser solo uno de los tantos ex convictos hechos boxeadores, solo por el hambre y la desesperación.

Luego, en su única defensa, demolió a Tomás Tate. Era demasiado grande para un Mediano. Antes de una pelea hasta se dio el lujo de jugar básquet semi profesional.

Sube a Super Medianos y le ganó a James “El Gordo” Toney el mundial, un 18 de noviembre de 1994. Toney, en aquel entonces considerado uno de los mejores boxeadores del planeta, fue paseado por la escuela del boxeo. Le dieron clase esa noche.

Ganaba y destruía rivales hasta que tuvo que conformarse con escuchar las tarjetas por primera vez en su vida en competitiva pelea con el enorme argentino Jorge Fernando Castro (70-3), “El Roña”. Castro fue un morocho argento que era imposible de noquear para cualquier ser humano…. Por más que le digan “Superman”.

Roy tuvo demasiado de todo. Defendió ese título cinco veces y no perdió ningún round. Era un problema sin resolución. El segundo mejor de la década del 90 detrás de Pernell Whitaker.

El 22 de noviembre de 1996 supera en decisión a Mike McCallum por el mundial del C.M.B. de la división Semi Pesado. Era el mejor boxeador libra por libra, y por un océano de diferencia… lo unifica con el invicto Montell Griffin, y luego lo defiende once veces en forma exitosa.

Eran desniveladas y parecían casi “exhibiciones”. Luego siguen defensas accesibles por mucha plata, que tachan el legado de él como un “grande de todos los tiempos”. Siempre acusado de elegir demasiado bien a sus oponentes. Ni Telesco, Hall, Harding, Harmon, Kelly, el campeón Pesado Ruiz, eran muchachos sacados de “El Pabellón de la Muerte”. No eran “asesinos seriales” que digamos… Eran solo respetables… A todos castigó con lanzamientos como láser.

Era un engañador, un embustero que fingía una acción y terminaba operando otra totalmente distinta. Mientras la “velocidad luz” le duro, todo era fama, poder y fortuna. Luego de ganar mucho peso y músculos por el mundial Pesado decidió volver a los Semi Pesados y Roy Jones ya nunca más fue el mismo. Ni siquiera “el clon” del genial boxeador. Era un muerto, pugilísticamente hablando, en el cuerpo de un vivo. Y le probaron casi que por primera vez la mandíbula, y estaba tierna y rica…

Cuando envejeció salieron a la luz todas las fallas que tenía, carecía del viejo boxeo de escuela, el duradero. Luego pierde con Tarver, con Hopkins, Calzaghe, Lebedev, Jonhson, Green, cayó y mal. No había misericordia por viejo “El Rey” destronado. Hacía fila “la gilada” para noquearlo. En el medio de todas estas derrotas hubo dos victorias importantes como para rescatar: frente a Jeff Lacy, frente a Félix “Tito” Trinidad, y muy poco más…

Al final era un fantasma. La gente iba a verlo solo para decir que estuvo con una leyenda viviente. Como cuando yo iba a ver “caminar la cancha” a Diego Armando Maradona para contar que lo vi jugar… O como quienes iban “ver toser” a Roberto “El Polaco” Goyeneche en sus últimas presentaciones de tango. Había que estar…

Grandes victorias frente al maestro del jab Virgil Hill, el genio en defensa Toney, nuestra mandíbula de acero Jorge Castro, el inteligente Bernard Hopkins, y el potente Merqui Sosa, lo sitúan dentro de los mejores 50 boxeadores de los últimos cien años según los “especialistas”.

Hoy su récord es de 65-9, 49 KO. Hace poco fue a Moscú, y un tal Enzo Macarinelli lo noqueo y mal. Un morocho más viejo y más baqueteado que el, Glen Johnson, también lo había destruido. Lo llevaron en carretilla al Hospital. Antonio Tarver lo enterró de cabeza en la lona y pasó la noche en el tapiz. Lo levanto el loco que limpiaba, fue despertado por el de los sanitarios… Por suerte “colgó los guantes”, nadie quiere verlo comiendo comida de hospital por el resto de su vida.

Jones era un maestro controlando las distancias y el tiempo de las peleas. Hoy está felizmente casado, tiene seis hijos, es promotor y comentarista deportivo. Y muy bueno, objetivo, agudo observador de lo que sucede ahí arriba. Siempre sonriente, simpaticón, y dejando frases para el recuerdo. Tira alguna rápida genialidad y luego se repliega. Como cuando boxeaba, igualito.

Hay genios que se hunden en un túnel largo y oscuro tras el retiro definitivo de la actividad. Roy Jones logró trasladar su inventiva, sus ocurrencias, y su gran inteligencia desde “los guantes” hacia “los micrófonos”. Le encontró la vuelta. Si algo nunca tuvo fue problemas de autoestima. Este tipo, en terapia “no andaría”.

LA LEY DEL BOXEO

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