¿QUIÉN FUE PEDRO DÉCIMA «EL ÚLTIMO CAMPEÓN DEL LUNA PARK»? POR «LA LEY DEL DEPORTE»
Pedro Rubén Décima nació en Villa Benjamín Aráoz, Tucumán, el 10 de marzo de 1964, pero se vino con su familia a los ocho años al Gran Buenos Aires y está muy identificado con Del Viso, la localidad donde vivió gran parte de su vida.
Su padre era fanático del boxeo, le puso los guantes a sus tres hijos, y quiso que Pedro fuera boxeador porque le vio «pasta de campeón». Y lo llevó a los 10 años a entrenar a un gimnasio en Ingeniero Maschwitz. A los 14 años empezó en la Federación Argentina de Box y en el mítico Almagro Boxing Club, como Firpo, Prada, Laudonio y un montón.
Rápidamente, ganó en solo un año el Campeonato Aptitud, el de Novicios y el Argentino de Novicios, los tres títulos seguidos. Convertido en una promesa, a los veinte años fue miembro de la delegación nacional de boxeo en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984. Gano ampliamente las dos primeras peleas y en la tercera cayó derrotado frente al canadiense Dale Walters, perdiéndose la medalla olímpica.
Luego desembarcó en el profesionalismo y fue el último proyecto pugilístico mundial que tuteló Juan Carlos Lectoure desde el Luna Park. Lo entrenaba Oscar Rodríguez, e hizo sus primeras 18 peleas en la Argentina.
Décima debuta un 11 de noviembre de 1984 ganándole por KO 4 a Diego Ferrero en el Luna. Ya el 23 de agosto del 85 le gana por puntos al experimentado Cesar Villarruel en Olavarría.
Un 19 de julio de 1986 vence a uno de los pocos rivales de temer: el veterano cordobés Ramón Balbino Soria. El combate disputado en Mar del Plata terminó con un «inesperado» nocaut en el segundo round a favor del tucumano.
Su estilo de guardia diestra, porte elegante, con estocadas rápidas y precisas, era muy difícil de soportar. Su contundencia radicaba en la simpleza con la que facturaba y su derecha en recto o en cross que volvían loco a cualquiera, eran la «especialidad de la casa».
Y el 14 de noviembre de ese año, también en «La Feliz», se celebra la revancha, pero fue por puntos para Soria, y al final de 12 rounds, Décima pierde su invicto.
En los dos años exactos que van desde noviembre de 1984 a noviembre de 1986 realizó 14 presentaciones exitosas, tuvo 10 triunfos por la vía del nocaut y 4 por puntos.
Después de ese primer traspié, el 16 de enero de 1987, Décima alcanzaría el título supergallo de la FAB, frente a Ramón Antonio Domínguez en Mar del Plata por KOT 3.
Como no se le conseguían rivales, fue enviado y esponsorizado fuertemente por Lectoure, para vivir en Las Vegas, a la casa del legendario entrenador argentino Miguel Díaz, quién fue como un padre para él.
Estuvo casi dos años radicado allí y en ese período realizó siete combates muy duros y consecutivos, la mayoría en la ciudad del juego. Fue probado a fondo desde que llegó.
Ganó seis entre ellas frente a tipos de jerarquía como Jesse Benavides, Robert Shannon, y Julián Solís, y perdió solo una con Louie Espinosa por KOT 8.
En 1990 regresó al país y efectuó dos peleas más. En la primera venció al santafesino Hugo Villarruel. Todo parecía una fiesta servida para Décima, pero fue sorprendido por el boxeo agresivo de Villegas, quien lo tiró dos veces. El tucumano se levantó y pudo recuperar su compostura pugilística. Los jurados terminaron dando un fallo discutible y mayoritario en favor de Décima, ante la mirada atenta de Lectoure.
Y la segunda, con Pedro Villegas, también tuvo pormenores dramáticos. Décima anduvo por el piso en el segundo y en el décimo round, pero terminó ganando por decisión médica en la última vuelta.
La oportunidad de pelear por el título mundial salió inmediatamente contra Paul Banke, un guerrero que iba al frente y tiraba a derrumbar, era el local, amplio favorito, y un notable noqueador.
En realidad, no eran muchos los que en el país esperaban una victoria y menos de ese tipo. Pero tuvo una gran actuación, su boxeo ordenado y ofensivo pudo ser puesto en escena a la perfección.
El tucumano tomo la iniciativa del combate desde un principio. Lo boxeo bien y e hizo sentir sus manos ya en el primer round. Su derecha volaba esa noche. Lo fue cortando y talando al árbol, hasta que lo definió en el 4º, cuando lo tiró tres veces.
Ese lunes 5 de noviembre de 1990, en el mítico Fórum de Inglewood, a las afuera de Los Ángeles, California, Pedro Rubén Décima «El Campeón Callado» se consagraba campeón mundial frente a un Paul Banke, que había ganado el cinturón supergallo del Consejo Mundial de Boxeo siete meses antes y en el mismo estadio, venciendo nada menos que al mexicano Daniel Zaragoza.
Fue una alegría tremenda para él, para todos los que estaban allá, para los que estábamos acá, y para su familia que lo siguió desde la Argentina, por televisión.
Se abrazaba con Lectoure, con Mario Díaz y Oscar Rodríguez, que no podían creer lo que estaba aconteciendo. Fue uno de los triunfos más sorprendentes de la historia de un argentino en el exterior y por un título del mundo.
En Argentina lo recibieron con una conferencia de prensa realizada en el Luna Park, la última que encabezó Lectoure en el ´Galón del Bajo´ hablando de pugilismo.
La gente acompañó desde que llegó al aeropuerto de Ezeiza hasta Del Viso a la Autobomba que lo traslado. Llegó de día y durante toda la tarde la localidad festejó.
Décima fue un gran boxeador, pero con perfil bajo, hablaba poco, y escasa promoción, quizá por eso sorprendió tanto también a los medios periodísticos que no cubrían el boxeo. Fue tan valorado su triunfo, que el Círculo de Periodistas Deportivos le entregó ese año el Olimpia de Oro, al mejor deportista argentino.
Salir campeón no le cambió para nada su manera de ser. Siguió siendo una persona muy corta para hablar. No era el típico boxeador bocón, el hablaba arriba del ring. Trabajo y silencio fueron la receta de su suceso.
Aunque su condición de campeón duró poco. En la primera exposición de la corona ya tuvo que agarrar un fierro caliente. Debió viajar a Japón para enfrentar al local Kiyoshi Hatanaka, quien lo venció por nocaut técnico en el octavo round. Fue el 3 de febrero de 1991 en Nagoya, Japón.
Lo corto, lo tiro, pero «El Japo» fue más fuerte. Anduvo seis veces por el tapiz en una pelea dura, sangrienta, y terrible, como lo describió El Gráfico a esa noche.
De vuelta al ruedo local, entre fines del ’91 y mediados del ’92 efectuó tres combates y los gano a todos. Nuevamente, en junio de 1992, por intermedio de Juan Carlos Lectoure, regresó al Caesar Palace de Las Vegas por la última corrida fuerte de su carrera.
El último tren para volver a pelear por el título pasó por Las Vegas, en 1992, ante el invicto Rudy Zavala. Con 44º de temperatura, cayó por nocaut técnico en el 6º, luego de complicarse todo por un cabezazo artero del rival que le produjo un corte que no paró de sangrar.
Al año siguiente, en 1993, disputó otras tres peleas en la Argentina, la última de ellas el 23 de octubre, ganando por nocaut ante el brasileño Almir Fernández de Oliveira. Luego de esa pelea, «colgó los guantes», cuando solo tenía 29 años.
Acumuló 31 triunfos, con 21 nocauts, cuatro derrotas, y una sin decisión. Fue olímpico (1984), campeón Argentino supergallo (1987-1990) y Campeón Mundial CMB supergallo (1990-1991).
Casado con Míriam, tuvo cinco hijos: Miguel, Marisol, Camila y a los mellizos Julián y Rosario Décima. Hoy comparte su amor al boxeo con el cariño hacia el golf. Porque de niño fue caddie en el Golf Club de Ituzaingó, y de allí nació el afecto por un deporte que pareciera estar muy lejos del pugilismo.

Luego de retirarse, empezó a trabajar en la Ford, y ahí siguió. No hizo diferencia económica porque no era muy «marketinero», y batalló en la época del dolar a «uno». Hoy… sería millonario.
Además, el Municipio lo puso al frente de la Escuela de Boxeo de Presidente Derqui. Allí se han entrenado desde chicos de 10 años hasta adultos de más de 40, incluyendo mujeres.
Practican boxeo porque es un buen ejercicio, saca a los chicos de la calle, se les dice que sean buenos, que no peleen, y que se descarguen pegándole a la bolsa. El objetivo no es sacar campeones, sino ayudarlos a hacer actividad física.
El hombre de la historia de hoy fue un canto a la vida simple. Consiguió las metas que muchos o todos los deportistas se proponen: ser olímpico, campeón argentino y mundial de la disciplina que practican, ser premiado como el mejor deportista de su país, viajar por el mundo, conocer grandes personalidades, y ser reconocido por sus condiciones deportivas y mucho más por sus valores humanos.
Hoy el tucumano Pedro Rubén Décima, «El Campeón Callado». O, como le pusimos nosotros en el título, «El Último Campeón Mundial del Luna Park». Algo que nadie podrá quitarle, pese a que pasen y pesen los años.
LA LEY DEL DEPORTE