La Ley del Deporte

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LOS CLUBES SOCIALES Y DEPORTIVOS (5/7/22)

Los clubes, el deporte y la actividad física indudablemente, por razones científicamente comprobadas, mejoran la calidad de vida de los seres humanos, y te mantienen lejos de las “epidemias” actuales como el tabaquismo, el alcoholismo y la drogadicción. Estas son otras grandes pandemias.

Mi padre es de la comisión directiva del club Hípico desde que tengo uso de razón. Por tres periodos presidente, otros tantos vice, y estuvo en casi todos los cargos. Así que ese club es como «el patio trasero de mi casa».

Y vivo a dos cuadras del club Salto Grande, de manera que también he ido toda mi vida allí. Mi «hábitat natural» ha sido haber estado rodeado de una pileta, de una cancha de futbol, de una de básquet, pista de equitación, de tenis a la izquierda, de ping-pong enfrente, y de padle a la derecha.

No tenía una estación de servicios, un restaurante, y un boliche a la vuelta. Mi vida era un «parque deportivo». Y, a la vera del mar, en un capítulo dorado de mi adultez, el surf. Cuando volví de la total oscuridad, elegí el triatlón.

En los clubes, iba a la cantina, al salón de fiestas, a las parrillas, o al comedor para restaurarme tras los partidos. Esa fue mi vida de la niñez, infancia, y adolescencia.

Una vez que me aleje de los torneos y competencias, y de las relaciones sanas… Empecé a probar el pucho, el trago, los boliches, las peleas, la vagancia, los robos, etc. Y entré a «derrapar mal». Además de alejarme de todos, hasta de mí.

Hay más de cien barrios en Concordia. Todos tenían, tienen o quieren tener un club donde ir a disfrutar con amigos y familia. El lugar por excelencia donde pasar ratos libres y de ocio. Válvula de escape sana y natural, del estrés, y del malestar.

Existen clubes grandes como el Salto Grande, el Profesionales, Ferro, Regatas, Estudiantes, el Golf, o el Hípico… Y otros con solo un playón, una cancha de bocha… una cantina, con billar, y sus sándwiches de mortadela o salame, con helados y refrescos para después de la actividad física. Donde escuchas chistes, historias, aventuras… Y hasta los infaltables chismes.

Otros recintos públicos, como el Polifuncional, el Víctor Opel, el Municipal, el Polideportivo, el Diat, y todos los deportes que se hacen en la costanera, el parque y el lago de nuestra ciudad, son reductos sagrados que nos aíslan de la drogadicción, la obesidad, la delincuencia, la violencia, la depresión, la soledad, y todo tipo de enfermedades.

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Un club es donde se refugia el diálogo ameno, la amistad sincera, y el afecto. Los personajes inolvidables, los de ayer y los de siempre. Las fiestas de fin de año, el carnaval, los cumpleaños, los casamientos, aniversarios, y hasta los bautismos. Recuerdo a mi viejo siempre animando, micrófono en mano, durante tantas décadas…

Uno ha escuchado tango, samba, rock, rap, cumbia, chamamé o reguetón… Quién no anduvo «sacándole brillo a la pista», bailando hasta transpirar «la gota gorda», y comiéndose alguna delicia del cocinero. Es imperioso que no nos agarre la avalancha del modernismo, y nos deje un «pozo ciego» donde se sucedieron los momentos más felices de nuestra vida.

Esto y muchas cosas más peligran si nos dejamos seducir por el avances de otras culturas más poderosas, tóxicas y sedentarias. Como los consumos problemáticos. En un club estamos en una atmosfera sana y de contención. Afuera nos imantan el alcohol, la timba, el tabaco, las pantallas, la marihuana, la cocaína, y las anfetaminas. No busquemos la felicidad en esos «antros de la perdición y decadencia». Vamos a sufrir al otro día y hacer sufrir a nuestra gente. Ahí no nos vamos a escapar del infierno que queremos superar.

La felicidad está en un club, en un partido, en un amigo, en una charla, un tercer tiempo, afecto, cariño, generosidad, un trabajo bien hecho, en un viaje a compartir, y, por que no, de paso competir. Y eso nos estará esperando en un club social y deportivo. Acérquense, que hay de todo tipo.

Lamentablemente, algunos clubes de nuestra vida y nuestro corazón han estado sin luces, con las puertas abolladas, y el aro torcido. Acecharon los carteles que decían: «cerrado por derribo». Muchos han estado muertos de humedad y pobreza, «contando monedas» a la hora de organizar algún evento… Y hubo quienes los convirtieron en sus clubes privados. Se armaron su propio «quiosquito»…

El sector escolar y los clubes son el útero de los deportistas. Ahí es donde nacen, se divierten, se desarrollan y finalmente se detectan los grandes del deporte. Que dicho sea de paso, se necesitan como líderes sociales de la ciudad. Como referentes positivos. Gente que contagie. Y desde las escuelas hacia arriba hay o debe haber otros programas de mediano y alto rendimiento, que los haga “pasar a otra pantalla”.

Por suerte, la ciudad de Concordia tiene el ISEEF, el Instituto Superior de Educación Física, con cientos de profesores recibidos en educación física, con conocimientos y pasión por el deporte. Dicho sea de paso, esta es una hermosa carrera que los puede mantener en una atmosfera sana y positiva.

No hay que esperar, como dice un amigo mío, grandes escenarios, los mejores gimnasios, canchas inmaculadas, ni las más óptimas condiciones, para «meter primera» y arrancar a entrenar. Hay que adaptarse a lo que hay, con determinación y unas ganas locas de prosperar.

Tenemos Patinódromos, Skate Park, canchas de Beach Volley, de patín, escuelas de remo, kayaks, natación, pedestrismo, ciclismo, rugby, boxeo, tenis, equitación, básquet, y obviamente fútbol. Tienen para hacer un «zafarrancho» con todas las chances. Y muchos no cobran. Solo se requiere gustar y practicar.

Acérquense que encontrarán su salvación. Arrímense a los clubes y jueguen a lo que les gusta. Que ahí los van a querer, guiar, y no los van a defraudar.

CONTINENTAL CONCORDIA 94.9

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