La Ley del Deporte

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LA RESILIENCIA POR LA LEY DEL DEPORTE (MIEMBRO DEL CONSEJO DE PREVENCIÓN DE ADICCIONES DE CONCORDIA)

La habilidad de cada uno de recuperarse de situaciones negativas se conoce como resiliencia. Es un término que viene de la física: el metal que se deforma bajo cierta presión, pero luego recupera su tamaño y forma.

El que desarrolla la capacidad de transitar y sobreponerse a la adversidad, es el que llega a cumplir con sus sueños y expectativas. Es la persona con un «desarrollo psicológico» fuerte, para no doblegarse ni caerse frente a un mal momento.

La resiliencia se construye a partir de «vivencias de sufrimiento emocional», y esta nos ayuda a mantener o mejorar la estabilidad mental ante las situaciones estresantes. Uno va «curtiéndose», aprendiendo a «saber sufrir», como dice el tango.

Aquel que no  la tiene, puede pasar un muy mal momento, situación adversa y «bajonearse» hasta padecer un quiebre emocional. Enfermedades, inseguridad, derrotas, quebrar económicamente, la reprobación de tu mamá, de amigos, o la de uno mismo, por ejemplo, podrían provocan inestabilidad, dolor, y rendición. 

Muchos sufren un calvario, y se rinden. Se «dedican» a consumir drogas para sentirse mejor, aunque consumen y quedan peor. No pueden decir tres palabras seguidas, no pueden conversar. Pierden su vida consumiendo drogas, en una sobredosis, o se suicidan ahorcándose o tirándose abajo del colectivo, ya que no quieren pelearla más.

Y el que prospera es el que decidió y aprendió a afrontar y atravesar la tormenta, y recuperarse de esas malas vivencias, ya sus problemas no son problemas, por el hecho de que tienen solución. No se preocupan de más, más bien se ocupan.

La forma de reaccionar a la adversidad puede ser muy variada y depende de cada uno: resignación, tristeza, desanimo, pánico, abandono de la actividad, u odio. 

Sin embargo, otros se tuercen, pero no se quiebran. Saben que es una oportunidad para solucionar problemas, aprender, desafiarse, ayudar, y obtener buenos resultados. Son solo vallas más a saltar en esta larga carrera con obstáculos.

Se dice que los malos tiempos tienen un valor educativo: son ocasiones que un buen alumno no se perdería «ni a gancho». Como dice el proverbio: «Las derrotas enseñan y las victorias tapan». «El que abandona no tiene premio», igualito a como se decía en el colegio.

La resiliencia es una fuerza interior que nos empuja a seguir adelante en situaciones críticas. Es sacar a la luz todas las fortalezas que están en nuestro interior, y volver a empezar.

Es el motor que tenemos y nos empuja a nuestra conquista, a seguir por más que estemos cansados, ahogados o doloridos. A seguir estudiando, trabajando, ayudando, o teniendo actividades físicas a pesar de que alguien te ponga, por ejemplo, vos mismo, «piedras en el camino».

Hubo muchos boxeadores, entre tantos de la historia, que eran admirados porque cada vez que lo golpeaban y lo tiraban a la lona… se levantaban y terminaban noqueando a su rival. Y lo hicieron muchas veces en su carrera profesional. Fueron campeones mundial en varias divisiones diferentes gracias a su gigantesca resiliencia. Hoy viven «más cómodo que un cinco a cero» gracias a tantos triunfos epopéyicos.

Si te joden o venís jodido, no renuncies ni dejes la actividad por más que no encuentres el rumbo. Habla, pedí ayuda, y tené fe que «lo mejor está por venir».

La fe te guía a seguir con lo que vos elegiste disfrutar. Sin fe en nosotros mismos no podemos sobrevivir. La fe suaviza los efectos de la adversidad, los pone «en algodones», y es nafta de avión a la resiliencia para poder superarlos.

No solo se trata de enfrentar la adversidad, si no de conocerla, aprender de ese momento jodido, y evolucionar para adelante, a pesar del momento. La resiliencia es la fuerza interior que nos brinda la posibilidad de buscar nuevas herramientas como también de exclamarnos a nosotros mismos y en forma secreta: «Yo puedo superar este mal momento», «Ya va a pasar», «Voy a pedir ayuda», «Forma parte del show», «Ya vendrán mejores tiempos», «Supere muchas cosas, esto también lo voy a lograr», «Puedo dudar de todo el mundo, menos de mí», «Yo puedo», Yo tengo que».

Para potenciar la resiliencia hay que aprender a identificar, aceptar y gestionar las emociones. En este proceso juega un papel clave la interpretación o valoración que nosotros mismos hacemos de las situaciones, ya que nuestra reacción normalmente derivará de esta interpretación.

Es importante tener claro que no son las situaciones en sí mismas las que definen las emociones, sino la valoración personal que hacemos de cada una. A menudo no podemos modificar las situaciones, pero sí podemos aprender a modificar la forma de cómo nosotros las interpretamos, como hacen las personas resilientes.

Algunos atributos personales favorecen la resiliencia, por ejemplo, la autoestima, la capacidad para resolver problemas o la competencia social. También la favorecen los apoyos familiares y sociales con los que contamos. Además, una actitud positiva también propiciará nuestro bienestar y capacidad de superación. La clave es identificar lo que a cada uno le pueda funcionar mejor para desarrollar estrategias propias.

Sumado a esto, intentar tratar de considerar las situaciones estresantes en un contexto más amplio y con cierta objetividad, evitando hacer una montaña de un grano de arena.

Más, una actitud optimista nos capacita para confiar en que nos pasarán cosas buenas. Procurar visualizar lo que se quiere, es mejor que preocuparse en demasía por lo que se teme.

Otra es actuar, en la medida en que se pueda, sobre las situaciones adversas para tratar de cambiar su rumbo, en vez de evitarlas y confiar en que se resolverán solas.

A algunas personas las ayuda escribir acerca de sus pensamientos y sentimientos más profundos relacionados con las situaciones traumáticas que les ha tocado vivir o aquellas que les generan un alto nivel de estrés. Hay a quien la meditación o las prácticas espirituales les resultan de gran ayuda.Y, bueno, que las usen. 

La resiliencia movida por la fe nos permite transformar el miedo y el dolor, evolucionar, y seguir creciendo. Saber que superaste la crisis es gratificante. Ese premio no te lo va a poder sacar nadie. Intentemos desarrollar la resiliencia, que es una de las claves para vivir grandes y soñados momentos.

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