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LA LUDOPATÍA (CHARLAS SOBRE CONSUMOS PROBLEMÁTICOS)

Un compañero de tratamiento tenía muchos cuadernos escritos y tachados de los números que iban saliendo, semana tras semana. Y calculaba las probabilidades de que salga ese número. Hacía cuentas y jugaba. Con el corazón, a punto de estallar de excitación y soberbia, se metía en «la ruleta rusa de la vida». El, en el fondo, sabía que no le iba a ganar a la casa, pero estaba enceguecido y loco por sus estrategias. Abrazado a ese circuito de placer y perdidas quedo en «banca rota».

Lamentablemente, hay mucha gente que arruina su vida en máquinas tragamonedas, ruletas electrónicas, punto y banca, quiniela, póker, lotería, «burros», apuestas on line, y casinos. «Los Gamers», por ejemplo, te apuestan si el centro va a salir pasado al segundo palo o al primero para que «la peinen». La adicción empieza, primero, siendo una inofensiva recreación.

Luego, muchas veces, la conducta puede problematizar tu vida y derivar en una enfermedad de difícil control, ya que es legal, la promocionan 24/7, es de fácil acceso, y promueve hábitos que nos alejan de la responsabilidad, de la honestidad, y del esfuerzo. O sea, queremos hacer plata divirtiéndonos, y sin trabajar. Y esto termina constituyéndose en una adicción conductual, donde necesitamos jugar, para cumplir nuestras exigencias de euforia, gratificación y placer. ¡Y para pagar las deudas que nos ocasiona!

Toda la previa, de ir a jugar, saludar, que te vean, palpitar la jornada, poner la plata, diagramar estrategias, calcular probabilidades, engañar al oponente o a la casa, fingir y usar mañas, esperar tenso, ansioso, y saber que «timbeas» fuerte y duro… Los «sube», los enciende, les levanta el ego. Y con el agregado «gratificante» de que pueden ganar.

Cuando «pierden los estribos» gastan los ahorros, le roban a sus padres, o hermanos. «Viaja» la tele, empeñan el equipo de música, hasta las baldosas… Lo hacen a escondidas de la familia, que dicho sea de paso, puede no percibir, lo que está sucediendo

Y si no hay para robar en casa, terminan pidiendo plata prestada a financistas, prestamistas, usureros, o amigos. También podemos robando en la calle, en el club, o en el trabajo.

Los casinos y lugares de juego se convierten en sus «familias» y esos espacios son «la cuna del vicio». Yo conozco amigos que perdieron sus negocios y sus casas porque sus padres «se la jugaron». Luego vino el divorcio, las depresiones, y los suicidios.

Uno termino tirándose debajo de una camioneta en la ruta, otro consumió veneno para loros, otro ha asesinado a su pareja, otro a sus padres, para robarles, heredar sus propiedades, «ordeñar» sus cajas fuertes, y así «matar el fiado». Y hay aquellos que han secuestrado gente, y extorsionado a sus familias para que entreguen el dinero, y posteriormente los han ultimado. Ya se ha visto todo de esto, y por largo tiempo.

Siempre vemos gente «manija» esperando que le abran las cuevas de préstamos o los casinos para volver a apostar, hasta salir secos, desconsolados, vacíos, y cabizbajos. Recorre casi el mismo camino que las otras drogas. Podés darte cuenta de que sos adicto al juego cuando no podés parar. Sos incapaz de dejar de perder tu tiempo y dinero, de levantarte de la mesa. En el momento en que jugás con dinero que no podés perder. Cada vez que jugás más dinero. La adrenalina y vibración que genera el juego te impulsa a jugar cada vez más fuerte, para seguir sintiendo lo mismo. Cuando antepones el juego a otras cosas importantes, perdés la función escolar de tus hijos, o el cumpleaños de tu padre…

En el instante en que el juego afecta tu carácter. Te estás convirtiendo en peor persona, en un tipo caracúlico, que no habla, preocupado, cavilando con posibles salidas del problema, y cuando hablas decís cosas feas e hirientes. 

Y negás todo. La negación constante no permite que nos hagamos cargo de nuestra enfermedad. Negamos, minimizamos, y lo justificamos hasta el hartazgo. Cuando tenés tendencias suicidas, y poco apego por la vida. Llegaste al final del camino. O buscas ayuda profesional, o seguís enfrascado en el «ataúd de tu propio infierno».

El jugador enfermo no puede parar aunque quiera. Puede abstenerse por un tiempo, pero en algún momento, a partir de alguna situación, el impulso triunfa sobre la buena voluntad.

Un indicador que alguien de nuestra casa padece ludopatía es que surgen manejos extraños del dinero, comienza a quedarse más tiempo en el trabajo, en la facultad, no se lo ubica fácilmente, el celular está apagado… Y siempre se encuentra en situaciones confusas y contradictorias.

En la casa hay atraso en los pagos de luz, gas, escuela de los chicos, faltan «las joyas de la abuela», se «roban» la bici del «nono», no se paga el alquiler, el auto está roto y desvencijado… Y se inventan supuestos robos sufridos, pérdidas, olvidos, estafas padecidas, etc. O a la inversa, sacan «la boga», y compran algo costoso, pagan vacaciones cuando habían dicho que era imposible, y vuelven con regalos para matar las culpas cuando andan «dulce».

El juego va metiéndose en sus vida, restándole placer a otras actividades que antes interesaban, aislándolos, y empobreciéndolos. Cuando el familiar detecta la adicción, lo primero que debe hacer es enfrentarse con el enojo, con la angustia, la desilusión que esto le genera, pero nunca negarlo, relativizarlo, o minimizarlo. Aceptar es el primer paso en el camino de la recuperación.

El familiar debería ver como acercarse, preguntarle, escucharlo y acompañarlo, desde el afecto. Y pedir ayuda a un profesional, y comprometerse también con el tratamiento y las indicaciones terapéuticas. Acompañarlo sosteniendo los límites, por ejemplo, en el manejo del dinero, evitando ubicarse como cómplice, y fundamentalmente comprendiendo que la recuperación es un camino largo, trabajoso, lleno de logros y algunas recaídas.

En el caso de que la persona no se comprometa con el tratamiento, o lo abandona, o ni siquiera acepte comenzarlo, la familia puede participar de reuniones para pensar de qué modo pueden ayudar. El abordaje grupal, tanto para los pacientes como para sus familiares, suele ser eficaz. Son grupos coordinados con el objetivo de que, a través del intercambio con otros, surjan nuevas respuestas y posibilidades frente al problema.

La recuperación habla de, en este caso, que el jugador sostiene la abstinencia y se le va la impulsión, pero también habla de la recuperación de lugares, funciones, trabajos, proyectos, sentimientos, pensamientos, y vínculos que fueron perdidos debido a la enfermedad. Recuperar algo que hubo como el deseo, las ganas, el placer por algunas actividades, y el lazo social que el adicto perdió.
De este modo, podemos decir que la recuperación requiere de la abstinencia como condición necesaria, pero también de un trabajo reflexivo para comprender las causas que han llevado a entrar en semejante circuito de pérdidas.

Este trabajo no puede hacerse solo, sino con un profesional que sostenga, que presione para que uno se meta en la angustia, que ayude a encontrar las palabras, que no juzgue, y que esté advertido que en el camino de la recuperación, las recaídas pueden suceder. Es un camino largo, trabajoso, a veces frustrante, que hace surgir la angustia donde únicamente había impulso por jugar, pero eso es lo sanador.

La plata y la fortuna, además de que hay que ganársela trabajando, no nos garantizan la felicidad y el bienestar. Y no la vamos a encontrar en un casino, o en una sala de máquinas. Está más del lado de la salud mental, física, y emocional. Y del trabajo bien y honestamente hecho. Además, por supuesto, que del amor.

CHARLAS SOBRE CONSUMOS PROBLEMÁTICOS

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