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LA HISTORIA DEL BOXEO EN CONCORDIA SEGÚN HORACIO «BATATA» CRESTO (27/11/21)

La frase «todo tiempo pasado fue mejor» se descubrió en las paredes de las pirámides de Egipto, hace miles de años. Siempre se dijo eso. Pero en el boxeo es así. Antes se sabían los campeones mundiales de memoria, como a los jugadores de fútbol de la selección. Y serían «asesinos seriales sacados del pabellón de la muerte», al lado de los de ahora. Más curtidos y menos domesticados.

El invitado de hoy es uno de los que más sabe de la historia del boxeo en Concordia, de los que están vivos. En su casa tiene libros, álbumes, revistas, recortes, y sus propios escritos. Siempre le digo que debería haber sido periodista deportivo. Es mi fuente confiable cuando quiero hacer un homenaje, o conocer como fue y nació todo. Hablamos casi todos los findes, como mínimo una hora, siempre de boxeo y de su gente. Analizando lo ocurrido, palpitando las previas, y «jugando» con posibles combates.

Tiene la memoria fresca de aquellos años. Los cuenta como si hubiesen sido ayer. Recuerda acontecimientos, personas, y hasta su contexto político y económico. Hace un proceso mental que es clave para el aprendizaje y la adaptación: Las vive, las siente, las recuerda, y las cuenta.

Nació en el 1943 y su infancia transcurrió en la década del 40, vivía su niñez cuando se viene la del 50, seguía en la adolescencia cuando llega la del 60, y se hace adulto en la época dorada de nuestro boxeo, la del 70. De manera que las vio «a todas». Hoy está jubilado, viviendo y recordando en su casa de Villa Adela.

Ha sido testigo privilegiado de aquellas épocas. Hoy boxeo «en blanco y negro». Que placer y emoción es poder verlo en vivo y en directo tras dos años de encierro. Casi ochenta años de boxeo pasaron por sus retinas. Y sigue mirando. Lo lleva adentro. Bienvenido señor Horacio «Batata» Cresto a «La Ley del Boxeo»:

«Hola Lobo, qué gusto verte. Pasá. ¿Cómo andás vos? Te cuento lo que vos me preguntás… Mis tres hermanos y yo, nacimos y crecimos en Carretera La Cruz. Mi viejo tenía una arrocera, plantaba citrus, galpones de producción de cerámica, alfarería, que se mandaba por tren a todo Entre Ríos, Corrientes y Misiones. Sacábamos la arena del Yuquerí y el pedregullo del Uruguay. Así que mis amigos siempre fueron de la zona sur. Aparte laburabamos todo el día con papá y los empleados. Hasta que la inundación del 59 nos volteó la fábrica al piso, luego, con el tiempo, la reconstruimos».

«En casa se hablaba de política. Todavía no entiendo por qué yo me apasioné tanto por el deporte. No únicamente con el boxeo. Jugué en la selección entrerriana de vóley. Fuimos a un Argentino en el año 68. Más tarde fui árbitro, funde la Asociación Concordiense de Vóley y la Federación Entrerriana».

«Al gimnasio Municipal lo hicimos con un grupo de amigos, «El Beto» Acosta, «Rubito» Camino, y Cesar «El Pingo» Blanco… Para el vóley, porque los del básquet acaparaban todos los lugares».

«También fui presidente de la Asociación Concordiense de Atletismo y estuve en el ciclismo. Se corría la Doble Federación, la Doble Charrúas, en Colón, en Concepción, acá en la costanera, que era todavía de ripio».

«La referencia más antigua que yo tengo de boxeo en Concordia me la contó mi viejo. El campeón argentino y sudamericano Pesado, Alberto Lovell, medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 32, vino a Concordia y peleo con Gino «El Gringo» Calabressi, en el club La Cantera, de calle Alvear 930. Dicen que salió del Hotel Colón para la plaza vestido con la capa hasta los tobillos y le dijo al taxista que frene, que deje el auto prendido que noqueaba uno ahí adentro y enseguida volvía… El era un campeón famoso y «El Gringo» era solo un corajudo…».

«La primera vez que vi boxeo, estábamos una noche de verano con «Calucho», mi hermano, sentados en el Sarmiento con menos de diez años, nos quedaba a dos cuadras de casa. En esa noche las primeras peleas fueron empates, con los tres Gallo. También «Kid Bobadilla», y en la de fondo «Rulo» Gómez con Osorio, que eran un clásico. «Calucho» preguntó que pasaba con los que empataban y le contesté: «ahora cuando peleen los que faltan, vuelven para desempatar», Ja, ja, ja. No sé donde saque eso…».

«A mí me encantó y me marco ese primer festival. Al Sarmiento iba siempre a ver fútbol, al Sarmiento Footbal Club, como dice el cartel que todavía está. En calle 25 de mayo entre Pueyrredón y Zorraquín. Aparte de futbol y boxeo, se hacían grandes bailes y recitales de verano».

«La primera pelea que escuche por radio fue el título mundial ganado por Pascual Pérez. En el año 54. Se decía que no iba a ganar, que no se la iban a dar. Finalmente, se corona campeón mundial. Para mí fue el más grande de todos. El único campeón olímpico y mundial».

«El primer campeón mundial que vino a pelear a Concordia fue Horacio Acavallo, en el 66, contra Juan Carlos Moreira de Chajarí. Estuvo una semana entera acá, otro fenómeno en todos los sentidos».

«En Sarmiento estaba Salazar, «Juancho» Flores, «El Torito» Pastorini, «El Botija» Gómez, «Chacuaco» García, Eloy Romero, Manuel «Kid Duré» Baigorria, «Sandunga» Quintana que fajó a Leandro Vilche «haciendo guantes», cuando este era jovencito. Luego perdió cuando este ya estaba crecido. Le dio una paliza «El Negro»… ¡No se olvidaba de lo que le había hecho aquella vez!».

«El mejor boxeador de la primera parte de la historia fue Hilario Maidana, según el entrenador y promotor «El Bocha» Blanc, quien lo había entrenado. Y muchos manifestaron eso, inclusive boxeadores que se enfrentaron con Hilario».

«En aquellos años del boxeo, las actividades se dividían entre el Sarmiento y La Cantera, dirigida por Héctor Mondolo, de profesión peluquero. Ahí entrenaban «El Indio» Sánchez, Omar Kade, Pedro, Santos, y Horacio De Jesús, «El Flaco» Piaggio, Alfredo «Kid Remolino» Olivieri, Hilario Maidana, «El Sapo» y «El Burro». Venía de Concepción del Uruguay «Kid Calefón» Maderna, y desde Gualeguaychú «Cotufo» Aguilar, entre muchos otros…».

«La primer pelea profesional fue entre Roberto Chetta, pupilo de Brusa, con pasado en los Juegos Panamericanos y luminoso futuro contra un absoluto desconocido: José «El Látigo Porteño» Cáceres. Quien lo tira y casi noquea a Chetta. Luego el santafesino, que tenía una pinta bárbara al lado del otro, tuerce el desarrollo y le gana muy bien. Aquel fue un gran acontecimiento de esos años, que habría que mencionar como el inicio de nuestra Era rentada».

«Una de las mejores peleas fue la de «Kid Remolino» Olivieri con «El Negro» Bogado, todos pensábamos que ganaba «Remolino» que pegaba como una bestia. Empataron, Bogado sorprendió y rompió los pronósticos siendo muy joven todavía. Fue uno de los grandes batacazos que se recuerdan».

«Acá venían boxeadores profesionales porque Mondolo tenía buenos contactos y una relación cercana con Amílcar Brusa. No era tan fácil conocerlos porque la única radio que transmitía era Rivadavia y la única revista especializada en boxeo era KO Mundial de Simón Bronemberg y José Cardona, quienes a fin de año hacían la famosa Guía Pugilística donde salían todas las peleas del año. Yo cuando iba a Buenos Aires las traía, o si no me las mandaba algún amigo. Después apareció The Ring en español, Cuadrilátero, Ring de Ideas, Puños Bonaerenses, Ring Side, todavía las tengo guardadas. Vení mirá, siempre me preocupé por saber de boxeo (me las muestra en su casa y están inmaculadas como una biblia)».

«De deportes nos informábamos por LT 15. Había un programa conducido por tres señores bajos: Pinola, Zárate, y «El Petizo» Pared, llamado «El Deporte Visto Desde Abajo». En radio el boxeo lo relataba Héctor Heraldo «El Huevo» Bradanini y lo comentaba Héctor Oscar Noblega. Yo comenté algunas peleas titulares de Jaurena para la televisión. Jaurena-Gil Carvalho, Jaurena-Melián, con los relatos de Jorge Leoncio «La Chancha» Cardozo. Fue una gran experiencia».

«Las peleas de Bogado y Osuna las promocionaba «El Payaso» Romero. Se llenaba. Hubo otros muchos promotores, que recuerdo. Mondolo, luego Alfredo Olivieri, «El Paragüero» Bermúdez, Luis Fransoi que trajo muchos buenos boxeadores de afuera y tenía muy buena relación con Lectoure y el Luna Park, y «El Tato» Olivieri que era un tipo muy inteligente. Esos son los más representativos, sin embargo, hubo más».

«Yo me integro a la Comisión Municipal de Boxeo en el año 68, con la presidencia de Gómez Díaz. Con el doctor Héctor Albornoz, el abogado «Pepín» Pessolani, el escribano «Juanjo» Mcloughlin, Jorge Moris, Aldo Rubén, y otros. Estuve hasta que me echaron en el golpe del 76. Venían muchos y buenos uruguayos. Era una constante de la época. «El Negro» Chiapa, Wilde Carrizo, Omar Diogo, Castora Alvez, «El Petizo» Persincula, Wilme Pintos, y Eulogio Caballero, que era buenísimo».

«Luego vino otra camada de pugilistas, con nombres como Juan «Sandunga» Martín, «El Perro» Lastiri, «Cuchilla» Vilche, «La Bruja» Isthigar, Dionisio «Pelusa» Vilche, «Quijote» Gómez, «Bigote» Kaneman, Quitalito, «Tijereta» Gómez, entre otros. Casi todos salieron del sureño barrio Ex Aeroclub. Donde había primero un Dispensario Médico, luego una pista de aviones que luego se trasladara a Villa Zorraquín, una pista de automovilismo, y la cancha de Santa María de Oro».

«Los festivales de a poco se fueron expandiendo. En los ex Almacenes Robinson, donde hoy está el Banco de Entre Ríos, en el club Ferrocarril, en el Libertad, Sargento Cabral, Alumni, Circulo Italiano, en el Río Uruguay, en el Estudiantes, y hasta en el San Martín de Villa Zorraquín».

«Los primeros entrenadores que vi en el Sarmiento eran Coronel, Rasmusen, y Sirimarco. Había otros como Mondolo, «El Banana» Enrique, «El Huevo» Segovia… Con el tiempo empezaron a haber más gimnasios. El de «Papito» Baigorria en 25 de mayo, a una cuadra del Sarmiento. Hermo Córdoba abrió el «Ringo Bonavena» en el barrio Nebel en el que entrenaban entre otros, Juan y «Tamango» Burgui, Julián Miño, su hijo «El Torito» Córdoba… En el barrio Lezca se entrenaba en el «Nocaut Lausse», de Mario Higuera, de donde salió Ramón Ayala, «Lucho» Ramírez, «El Hugo» Fernández, «El Negro» Martín, «Pichi» Fernández, entre otros. Y en el gimnasio de «Rubito» Camino, detrás de la Terminal, salió Oscar «El Mono» Vallejos, y aprendió Nicolás Camino que terminó poniendo su gimnasio en el barrio Pindapoy».

«El primer título argentino fue la pelea de Juan Carlos Bogado contra Antonio Aguilar en el Libertad, en el año 74. En el Ferro defendió el título argentino «Tiriti» Osuna contra Roque Roldán. Ramón «Nico» Albers se consagró también ahí. Y «El Gringo» Jaurena, que ya peleaba bajo la promoción de «El Tato» Olivieri en el Estudiantes. Todos estos llenaban, no te voy a decir que no… «El Pato» Rojas llenaba que era muy bueno… «El Nico»… Pero «El Negro» Vilche dividía la ciudad. Cuando peleo con «Fierrito» Fernández se paralizó todo, no se hablaba de otra cosa. Gran previa con encuestas de quien ganaba y como… Las dos las gano «Pochano» Vilche».

«El mejor boxeador concordiense por lejos fue Esteban «Tiriti» Osuna. Lo conocía de chico, del barrio. El era del ex aeroclub y ellos se cruzaban por el monte y se venían a jugar a nuestra cancha, al club Nueva Argentina, de Carretera La Cruz. Con sus dos hermanos y sus amigos. Andaba siempre con una camiseta de Wanderers. Fue uno de los mejores boxeadores de la historia. Casi ciento cincuenta peleas contra los mejores. Un fenómeno».

«Después Bogado, que era otra cosa, un físico tremendo, fuerte y vivo. Era taquillero y popular por su carisma, su boxeo, y porque hizo su carrera acá en Concordia».

«El Hugo» Fernández técnicamente fue quizás el más dotado. Después obviamente que de «Tiriti». Era un estilista muy ágil y virtuoso técnicamente».

«Cococha» Narváez era buen boxeador, duro y guapo. Pero antes de «Cococha» ya hubo un «Cococha Narváez», se llamaba Hugo «El Zorro» Delprá. Vendía maníes en la puerta del Ferro, sin embargo, si faltaba uno le ponían un pantalón corto, dos guantes, y peleaba para rellenar, contra cualquiera. Era un personaje muy pintoresco de su época».

«Mi preferido, siempre fue Leandro «Pochano» Vilche. A quién entrene y puse a su disposición un gimnasio que llevaba su nombre. Donde hoy se encuentra el Centro Cívico. Ahí teníamos un negocio de venta de muebles llamado Casa Cresto. El y «Tiriti» entrenaron, a principio de la década del 70, ahí. Yo siempre fui hincha de Leandro Vilche, desde que era aficionado. Ya desde que gana el campeonato de los barrios, noqueando a «Bigote» Kaneman. Lo iba a ver a todos lados. Pensaba que iba a ser campeón del mundo, más o menos. Un boxeador de acción y presión. Y gran persona de hermosos valores. Una vez el viejo Pradeiro me dijo: «Al boxeador hay que quererlo, pero no enamorarse. Porque cuando uno se enamora, por ejemplo de una mujer, solo le observa sus encantos, y no le advierte ningún defecto… Y a mí me paso eso».

Horacio tiene casi un siglo de tribuna, diarios, revistas, bares, libros, radios portátiles, televisión, y ahora internet. Sus historias del deporte en general y el boxeo en particular nos permiten conocer y querer el pasado de nuestro boxeo, para entender el presente, y construir el futuro. ¿Quién más me va a contar tanto y con tanta lucidez?

Hoy buscamos en profundidad explicar la propia identidad del boxeo de Concordia, para tener un criterio a la hora de analizarlo. Quienes somos y de donde venimos. Ayuda a conocer la importancia que han tenido algunos. Reconocerlos públicamente. Y aprender cómo se enfrentaron a las dificultades. Por eso a esta nota la tenía «medida» hace rato. «En distancia», como se dice en el boxeo…

Una persona que aprende historia es una persona formada, especializada, frente a aquellos que no saben y se los tilda de opinólogos. ¡Había que sacar esta nota «a como de lugar» para no caer en este indeseado segundo grupo!

Don Horacio puede recordar, sentir, y hablar, todo «a la carrera». Con esa «labia» ronca de cigarrillo y café. Gastada por la vida. Y con la certidumbre de haber vivido lo que dice.

Fue recurrente la mención de su viejo y del ex boxeador Liviano de la década del 60 y 70 Leandro «Pochano» Vilche. Su hijo «El Marcelo», se llama Leandro Marcelo, por Vilche. Fue su hincha, su entrenador, y su amigo. Aún hoy lo son. Porque los dos resisten a la cruel fugacidad de la vida. Hasta me sugirió su homenaje, «que se lo merece» (Está confirmado para muy pronto).

Un periodista que se precie de ser La Ley del Boxeo se tiene que servir de los que más saben. Me decían que tenía que conocer a Horacio «Batata» Cresto. Hoy ya somos amigos. Muchas gracias Horacio por tantas charlas compartiendo tus conocimientos. Pasándome tu antorcha.

Te preocupaste y te ocupaste del boxeo y de su humilde gente. Con mucha pasión, que increíblemente la tenés tan «volcánica» como cuando se te despertó conociendo ese mundo de «sufridos por excelencia». Ya a los diez años, con tu hermano «Calucho», con los pantalones cortos y la cara sucia… Sin saber que eso te iba a marcar la vida para siempre. Y mostrar un emocionante, dramático, violento y conmovedor deporte… A veces ingrato y cruel, pero que ha valido la pena y mucho conocer.

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