LA ADICCIÓN AL SEXO (CHARLAS SOBRE ADICCIONES EN CONCORDIA)

La adicción sexual es una conducta compulsiva, irrefrenable, reiterativa, e irreflexiva. Dirigida a establecer relaciones sexuales por la debilidad a la carne, a la piel, a las curvas, a los colores, a los músculos, a los olores o los brillos. Preso de la ilusión de que lo van a querer, admirar, dar afecto, y recibir un trato amoroso, ese tipo va a buscar esa felicidad y bienestar que supuestamente le brindarán.

Va a buscar sexo al boliche, al cabaret, al casino, a la ruta, al prostíbulo, a la casa del trabajador o trabajadora sexual, a los portales sexuales y aplicaciones. Y sumado a eso, a cada rato.

Cuando se perciben signos de que una persona piensa todo el rato en el sexo, o cuando sus comportamientos y decisiones empiezan a desatar sospechas, se suele pensar que puede tratarse de una mala racha. O que es porque acaba de romper con su pareja, está mal en el trabajo… es decir, se debe a algo circunstancial.

La persona se pierde, descarrila por las curvas, la ropa interior, labios, senos, colas, tacos, tatuajes y eso les dispara las ganas de tener sexo inmediatamente. A «como de lugar». Y hace locuras por conseguirlo. Hasta el extremo de acosar, violar o matar.

Esa persona se identifica con la imagen sexual, quiere poseer ese objeto y pagar cualquier dinero. Va a lugares clandestinos, lo hace, siente cargo conciencia o no, y vuelve a su «rutina normal».

Y puede sufrir graves consecuencias como enfermedades sexuales, distanciamiento de sus relaciones amorosas, familiares o laborales, embarazos no deseados, endeudamiento con la industria del sexo…

Una característica especial de la adicción al sexo es que el objeto de la adicción, no implica en sí un comportamiento “malo”. Lo malo es la pérdida de control. Por lo tanto, no debemos renunciar a ninguna a ella.

En la adicción al sexo la persona no actúa guiada por el sentimiento de amor, de ternura, de pasión, de cariño, de empatía, de respeto, o de admiración, propias de un enamoramiento. Actúa condicionada por una obsesión mental y/o física de la que le resulta muy difícil desprenderse. Y que lo conduce a comprometer seriamente su vida cotidiana.

Cuando una persona piensa en tener sexo constantemente y procura conseguirlo, inclusive varias veces al día, con varias personas, o consigo misma, compromete su capacidad productiva en el trabajo, su concentración, sus relaciones familiares y afectivas.

En vez de estar cenando en su casa con la familia, está teniendo sexo apurado en un baldío de parado, y con un extraño. Por ejemplo…

En el momento en que una conducta placentera como es el sexo pasa a vivirse como una necesidad imperiosa, con desespero, deteriora las relaciones familiares, afectivas, sociales, económicas y laborales. Y puede ir preso por acoso sexual entre otras cosas.

Una de las razones que puede llevar a esta adicción es un fallo cerebral en el circuito relacionado con la recompensa, por el déficit de dopamina, bajos niveles de serotonina, noradrenalina, y endorfinas. Entonces se encuentra en el sexo eso de lo que se carece. Un estímulo, una explosión de emoción, éxtasis, y un alivio, y que luego se repite en el comienzo de otro proceso.

Las relaciones sexuales pasan a ser como un fármaco que lo aleja de los problemas, de la depresión, del nerviosismo, de la ansiedad, de la falta de afecto, o de los pensamientos acelerados, entre otras cosas.

También la puede disparar un causa ambiental, como el fracaso escolar o universitario, condiciones de trabajo precarias, una familia problemática y desestructurada, o haber sufrido abusos físicos o mentales en la infancia.

O por un problema psicológico, quizá la personas con baja autoestima encuentra en el sexo una vía de escape a sus problemas personales, profesionales, sociales y emocionales. Tener mucho sexo lo levanta y «lo sube»: «Soy un «cuatro de copas», pero tengo mucho sexo y en eso soy un «suceso».

Si su pareja, si tiene, es del tipo que no tiene ganas de hacerlo siempre, llega el momento en que estará dispuesto a tener una doble vida amorosa con tal de complacerse. Obviamente que lo mantiene en secreto y usa la mentira como su principal arma. Miente sobre donde está, con quien, que hace y por qué. Y luego viene el remordimiento, la culpa, y la auto promesa, no concretada, de no volver a hacerlo.

Lo que le pasa siempre a esa persona es vergüenza o terror a ser juzgada o denunciada. A que lo acusen de enferma sexual, sicópata, reventada, putañera, facilona, inmoral, pervertida, sucia, ave de rapiña, degenerada, o sin códigos, Y a que le pongan sobrenombres que la etiqueten para siempre. Con el tiempo aumenta la frecuencia e intensidad para estar sexualmente satisfecho. Por ejemplo, si le apasiona consumir porno, llegará el momento en que una película a la semana no le será suficiente, necesitará de hasta una diaria y así obtener el mismo grado de placer.

Invierte más en el tiempo planeando sus encuentros sexuales que en sus responsabilidades con el estudio, el trabajo, los amigos y hasta con su familia. Y no es ninguna sorpresa de que la crisis de pareja, si tiene, esté «a tope». O la sospecha de que es «una cazador sexual» se esté agigantando y ande en «la mira» de todos.

El contacto sexual le logra aliviar los síntomas de malestar, pero no los elimina. De manera que la reaparición posterior lo empuja a la repetición. Y pasa a ser una conducta típica. Un «modus operandi».

el riesgo contraer SIDA en la adicción al sexo
La adicción al sexo implica una obsesión persistente y descontrolada hacia el hecho sexual sin atender a los posibles riesgos.

Una persona adicta, por ejemplo, al ciber porno, puede pasarse 10 horas visualizando vídeos eróticos en internet. Inclusive puede transcurrir gran parte de su día navegando en redes sociales para coquetear o espiar perfiles y fantasear con ellos. La obsesión sexual se convierte en el centro de su vida por encima de cualquier otra necesidad. Piensa tanto en eso que no se puede ni dormir.

La persona con adicción al sexo busca fórmulas de relaciones cada vez más promiscuas que le reporten la “supuesta” satisfacción. En estos comportamientos compulsivos extremos incurre en incoherencias con sus propios valores y también en un autoengaño y el engaño a otras personas.

Vivimos en una sociedad que fomenta el interés hacia el sexo y lo celebra como símbolo de éxito, potenciando así un instinto ya básico entre nosotros. A veces hasta niveles intolerables.

Las actitudes sexuales son promovidas siempre como positivas. Mientras que la posibilidad de que el sexo forme parte de una enfermedad, una conducta adictiva y problemática se ignora en general, y de eso casi no se habla.

La señal de que las conductas relacionadas con el sexo pueden ser anormales siempre las brindan las variables de la cantidad y la calidad de los comportamientos. 

TERAPIA DE ADICCIÓN AL SEXO:

Para tratarlo, el sujeto debe tener conciencia de que tiene un trastorno, un problema, que le está degradando la vida. Para ponerse «manos a la obra». Romper con la vergüenza de «el que dirán». Y cambiar los hábitos aprendidos por un cerebro adicto.

Las terapias buscan el autocontrol de los impulsos sexuales y la elaboración de las causas de la adicción al sexo. El tratamiento psicológico trabaja en recorrer su pasado, que sienta lo que sufre y hace sufrir a los que lo aman, que hable de cuando se enrosca, donde y porque.

Laburan en bajar el nivel de la ansiedad, controlar los impulsos, las conductas y buscar las causas. Hablando de sus sentimientos y pensamientos más profundos, todo se ira tranquilizando.

Los grupos de autoayuda lo mantienen en una atmosfera de sanación, y conciencia. Las observaciones, críticas, límites, presiones de los compañeros lo empujan a mejorarse, a dar un poco más. Le «fertilizan» las emociones.

Los avanzados con más experiencia le otorgan sus consejos y herramientas a los nuevos. Se habla el mismo idioma y florece la empatía. El grupo lo va mejorando. Ahí nadie lo juzga, nadie lo maltrata, lo entienden y caminan el mismo recorrido para dejar atrás esa actitud enferma.

La psiquiatría o la medicina puede prescribir medicación para controlar los impulsos, para bajar la ansiedad, para controlar los altibajos de humor o para aliviar eventuales depresiones, siempre bajo prescripción y seguimiento médico.

Y durante este período, la persona podrá transformar pensamientos, conductas y asentar las emociones que han sido las causas de la adicción.

En el resto de casos, el síndrome de abstinencia sexual se podría contener con entrenamiento de los impulsos por medio de técnicas psicológicas para bajar la ansiedad. Enseñan técnicas de reestructuración y distracción cognitiva.

Con estos ejercicios constantes la persona aprende a conseguir tranquilizarse, y relajarse. Como con la concentración pasiva, la meditación, la escritura y el hablar mucho de lo que le pasa, de lo que siente y sufre. Ese será un gran límite para no recaer en su conducta problemática.

Se puede cambiar de vida. Solo ustedes pueden cambiarla. Hay que dejarse ayudar. El adicto puede conseguir las herramientas para sanarse con especialistas. Pero el es el que debe tomarlas y usarlas siempre. Porque los operadores, y es la idea, no van a ser eternos para contenerlo.

CHARLAS DE PREVENCIÓN DE ADICCIONES CONCORDIA

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