La Ley del Deporte

El tiempo - Tutiempo.net

LA COMIDA (CHARLAS SOBRE ADICCIONES EN CONCORDIA)

Yo he tenido tremendos atracones nocturnos. He ido a la heladera y me he clavado cualquier cosa que ande «regalada por ahí»: carnes, turrones, garrapiñadas, frutas, lácteos, pizzas, tortas, helados, budines, maníes, empanadas, pastas, arroces, latas, y hasta ensaladas con salsa. Tras ese aluvión de comida, voy a la cama y me duermo roncando profundamente. Me detono y me voy a vivir «al país de los sueños», solo por un momento.

Y durante el día, instalado en mi cama, mirando televisión, o en la radio trabajando, he sentido esa incontrolable necesidad de «meterme» algo. Al principio me quedo inmóvil, intentando resistirla. Finalmente, voy hasta la heladera, sigo nervioso y ansioso, buscando algo suculento, y a medida que ingiero, los químicos de la comida recorren mis venas, y mi cerebro entra en un estado febril, de nervios, para luego lograr tranquilidad, calma y saciedad. Pero con un peso importante de conciencia. ¿No es increíble que importantes cantidades de comida logren un efecto tan excitante y adictivo?

Y ese comportamiento, luego, se ha repetido una y otra vez. Al punto de convertirse en una adicción a la comida. Quería bajar, pero arrasaba, no manejaba la cabeza. Yo comía por ansiedad, angustia, frustración, estrés, y mucha infelicidad. Por eso a este trastorno también se lo aborda con especialistas en psicología, además de médicos, profes y obviamente qué nutricionistas.

La adicción a la comida es un trastorno que se caracteriza por un deseo incontrolable de ingerir alimentos, con alto contenido de grasas y azúcares. Esta dependencia se debe en parte a que algunos alimentos activan nuestro sistema de recompensa cerebral, que es muy similar a lo que se produce con las drogas como la cocaína.

Suele describirse a la adicción como un «trastorno del circuito de recompensa», desencadenado por el abuso de alguna droga. Es exactamente lo mismo que sucede en el cerebro de las personas que comemos compulsivamente. Los adictos a la comida queremos comer mucho, y «potoco». A veces ingerimos cuando no tenemos ni hambre. Y buscamos en la comida una solución a nuestros problemas emocionales.

Hay síntomas como comer más de lo normal, de manera compulsiva, irrefrenable y a deshora. Y predilección por alimentos calóricos, azucarados, o insanos. Que te llenan de granos y caries. Y habita una sensación momentánea, mientras «arrasamos» con el plato, de que es imposible dejar de comer. Ingerimos de a kilos sin sentir el gusto ni la textura. Y eso deriva en una bronca, odio, y baja autoestima.

Los alimentos con alto contenido de azúcar, grasas y sal, tienen un efecto similar al de la cocaína. También se experimenta un aumento de la dopamina en la corteza frontal. Y es la misma zona del cerebro que se nos activa a los cocainómanos cuando se nos muestra una bolsa blanca.

Está comprobado que las comidas ricas en azúcar, grasas, y fuertemente procesadas nos inflaman el cerebro y nos causan nerviosismo, ansiedad y estrés. El cerebro libera dopamina cada vez que los obesos comen azúcar. Y la dopamina es el neurotransmisor que se encuentra en la búsqueda del placer, ya sea en la comida, en las drogas o en el sexo, entre otras cosas.

Ante el helado o las papas fritas, por ejemplo, los adolescentes obesos experimentan una mayor descarga de dopamina. Hay quienes nacen con una sensación más «orgásmica» por la comida. Y ese placer innato, impulsa a comer de más.

Justamente porque comemos de más, nuestro circuito de recompensa, comienza a acostumbrarse y a responder cada vez menos, provocando que la comida cada vez nos satisfaga menos, e impulsándonos a comer cada vez más. En el fondo, lo que estamos buscando es repetir el clímax relajado y contento, logrado en otras «experiencias gastronómicas».

Tras muchos años de comida chatarra, si somos adictos y nos la quitan, entramos lisa y llanamente en conflicto. Como si hubiéramos desarrollado aversión por la comida sana, necesitamos chatarra «como buche en el desierto». Yo no conozco a nadie que se dé un atracón de lechugas y tomates, o que salga de «caravana» con mandarinas. Nos «la damos» con cosas potocas, y calóricas. Que nos liberen esa dopamina. Y podemos padecer diabetes, colesterol, accidentes cardiovasculares, y todo tipo de enfermedades en el sistema digestivo.

El sabor de la chatarra, para un adicto, es único, como cuando comes un pancho con «toda la pelota» encima, un volcán de chocolate con helado de crema, un chori con chimi, chicharrón, o unos chinchulines chirriantes. Nos genera un estímulo sumamente «embriagador». Sentimos una explosión de sabor y emoción que recorre todo nuestro cuerpo. Comemos desaforadamente y esa «locura» que nos agarra… Es muy difícil de olvidar.

A mí me pone nervioso muchas veces la comida y los banquetes, pierdo los estribos, y voy por más. Me «castigo» tanto que luego me entrego a otra delicia, y a otra. Y al final, lleno de culpa, fantaseo con irme urgente a dormir para «cortarla», y elijo pensar en que nunca más lo voy a volver a realizar. Y el lunes voy a cambiar. Pero no alcanza, muchas veces, con buena voluntad. Si es así, necesitamos ayuda.

En un tratamiento se trata de incorporar una alimentación variada, que comprenda comida sana, ejercicios físicos, chequeo médico, y terapia. Sentir lo que estás haciendo con tu vida y como todo cambiaría si bajaras de peso.

No se trata solo de una dieta para perder peso. El tratamiento de la adicción a la comida es más integral y profundo. Bueno, también, esto siempre lo digo y lo hago, es la meditación, los te, algunas hierbas naturales, música terapéutica, mente plena, yoga, baño tibio, deportes, y escribir y hablar de nuestros problemas. Pero a veces no alcanza.

El tratamiento de adicción a la comida se trata de encontrar las raíces del problema para abordarlo a fondo, utilizando también técnicas innovadoras en psicoterapia. Que incluyen un tratamiento con médicos, nutricionistas, profesores de educación física, psicólogos u operadores terapéuticos. Y tiene solución. Tienes que confiar y pelear, como en todo problema en la vida. Y la fe y el creer son también una gran herramienta en este tipo de crisis.

Hay que ser humildes para aprender a comer y dejarse enseñar. Con esfuerzo se logran grandes cosas. Pero claro, debemos tomar el tratamiento seriamente, esforzarnos, y no abandonar a mitad de camino, eso sería una receta infalible para recuperarnos de la adicción a la comida.

«MÁS VALE SENTIR MALESTAR, MIEDO Y DOLOR POR HACER CAMBIOS IMPORTANTES QUE NOS HARÁN CRECER, QUE SUFRIR TODA UNA VIDA POR NO HACER ESAS TRANSFORMACIONES QUE SI SABEMOS QUE SON POSIBLES Y, QUE, SIN EMBARGO, NO LAS INTENTAMOS».

Charlas sobre Consumos Problemáticos

Comentarios

Scroll al inicio