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EL MIEDO (CHARLAS SOBRE ADICCIONES)

No existe el que no tuvo miedo alguna vez. Todos tenemos, muchas veces nos «hacemos la cabeza» y «nos juega en contra». Lo que pasa es que no todos le tenemos miedo a lo mismo.

Los miedos son humanos y normales; señales de alerta que nos manda el cuerpo a través de las hormonas y nos ayudan a cuidarnos, nos avisan que no tenemos (o creemos no tener) los recursos para enfrentar lo que se acerca.

Pero no por eso debemos dejar de hacer lo que nos apasiona o queremos. Al miedo hay que enfrentarlo. Atravesarlo, que vivir esa sensación es mejor que huir, y no hacer lo que imaginamos va a hacernos felices, o sanos, o dignos.

Un boxeador que peleaba contra el campeón del mundo de los pesos pesados, el temible Mike Tyson, confeso que sintió que «caminaba solo, totalmente desnudo, de noche, y por el cementerio cuando se estaba por subir al cuadrilátero frente a «El Hombre de Acero».

Es sabido que algunos boxeadores hubiesen preferido «tirarse de un décimo piso y sin paracaídas» antes que enfrentar a este o aquel rival. Sientan el miedo. Es natural. Hasta el más «malo» de los boxeadores siente miedo. A nadie le gusta tener que saborear día y noche comida de hospital…

Algunos más y otros un poco menos… Es un sentimiento normal, natural. No es de «poco valiente». Hay que confesar que tenemos miedos para liberar las tensiones. No hacernos los «machitos».

Nos cuesta conectar con las emociones más desprolijas, oscuras, aquellas que no nos enorgullecen, o que aprendimos a esconder en la infancia por temor a que nuestros padres nos aplaquen las ganas de llorar o dejaran de querernos. Esas, aunque no sean negativas, las vemos como tales por nuestras experiencias previas.

Cuando sentimos miedo a la vida pueden pasar dos cosas: Nos vamos y huimos para que no nos «haga» sufrir tanto; o nos quedamos y lo afrontamos para finalmente vencerlo.

Cuando sentimos miedo, la sangre empieza a correr como un río crecido por las venas. Se puede dirigir a nuestros pies para que corramos, o hacia las manos para que peleemos, y demos batalla. Sentir miedo no nos va a llevar al cementerio. Anestesiarlo con porquerías sí…

Hagan lo que sueñan e imaginan. Estudien o trabajen y hagan el deporte que les guste. Aunque nos dé miedo a pasar por ridículos, o miedo a que nos salgan las cosas mal… La pasión diluye nuestros temores.

Se puede tener miedo a un trabajo, una carrera, una pareja, a un deporte, a una derrota, a la violencia, a sufrir una lesión, a que tu entrenador te rete y «cuelgue», a que te levanten el tono de voz y te «expongan» como un gil, a rendir mal, o a no saber trabajar, a no encajar, o sea, a no poder…

El miedo es una emoción fea, que todos alguna vez sentimos frente al peligro o la amenaza. Pero muchas veces es porque «nos maquinamos». Pero está para ser sentido. No para que nos escapemos de esas situaciones.

No trabajar, no hablar, no tener pareja, no tener amigos, no hacer actividad física o no estudiar por miedos, son malas opciones. No dejen por tener miedo. Si a todos nos pasa. No es la muerte de nadie…

Normalmente, son imaginaciones y diálogos internos nuestros. Casi nunca pasa en la realidad lo que construimos en la cabeza. Que es traicionera…

Hay algunos que le tienen miedo a lo social, al grupo que los puede «agrietar», se tragan sus emociones y «mastican bronca» por lo bajo. Lo que no se dice se maldice. Hablen y pidan ayuda. Desnúdense y muestren sus emociones y sentimientos.

Los peores embusteros siempre, pero siempre somos nosotros, con nuestros propios temores. Los peligros son más grandes en la cabeza de uno que en la realidad misma. La única forma recomendable de vencer al miedo es enfrentándolo.

Los problemas relacionados con traumas, infancias difíciles o crisis emocionales en la adultez se deben tratar con terapia. A pesar de los momentos de angustia, todos tenemos derecho y el deber de intentar superarlos, pero para lograrlo hay que practicar la gimnasia emocional.

Una de las soluciones más efectivas y que da grandes resultados es motivarte a fondo, no conformarte con tus logros, ir siempre por más. Plantearte nuevos retos, desafíos realistas a tus posibilidades.

Sueñen en grande. Imagínense en victoria y en felicidad. Como unos campeones de la vida. Busquen su pequeña gloria personal. Soñar un sueño más grande que el más grande de sus temores.

Arrímense a gente capaz, que los quiera, que le dé buenos consejos, y que le cuenten sus jugosas experiencias de vida. Conseguite algún viejo sabio, el histórico «viejo vizcacha» que toda persona conoce, y escúchalo atentamente y con humildad. Puede llegar a darte una idea brillante.

El miedo puede venir de la genética heredada, sería así como entender que hay personas que naturalmente tienen más serotonina o endorfina que otras; las circunstancias, el lugar en que se nace o se vive, los estudios, el nivel social o económico, las amistades, etc.; y por último, la voluntad, que nace de uno mismo y es la que se trabaja la terapia.

Es importante trabajar la resiliencia. Uno puede ejercitarla individualmente y con la ayuda de un tutor de resiliencia salir adelante de esa situación que lo está estancando.

Por último, lo ideal para superar el miedo es el abordaje interdisciplinario. Que la persona sepa que tiene que descansar bien, que necesita de contacto físico para segregar dopamina, del ejercicio físico para generar endorfinas, y de las amistades y los vínculos para sentir la serotonina”.

CHARLA DE PREVENCIÓN DE ADICCIONES

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