La Ley del Deporte

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BOXEADOR CONCORDIENSE CARLOS BRAVO EN «LA LEY DEL BOXEO» (13/9/29)

El convidado de hoy es de la «edad media» de la vieja y gloriosa historia del boxeo de Concordia. De esos que hoy andan «peinando canas». Su historia está escrita en blanco y negro. Es nacido en el barrio Ex Aeroclub, que sacó el ochenta por ciento de los peleadores de acá. Luego se mudó hacia Pompeya porque su casa se les inundaba siempre. El arroyo Concordia se desbordaba y arrasaba con todo.

Es un hombre con cara india, seria, y de hablar calmado y preciso. Se lo ve cerca de la sede del club Santa María de Oro y de la placita donde se junta y ensaya la popular banda «La Santa Murga».

En el Aeroclub hay obreros, laburantes, changarines y malandrines donde todos juegan a la pelota, se hacen tremendas «riñas de gallo», y a veces «se dan con todo» en «la primera de cambio». Pinta quilombo. Pero él, siempre imperturbable, sereno, real, dice desde su punto de vista, que está bien y que está mal. Que es injusto o que le hace mal a nuestro boxeo. Pero sin denunciar, denigrar, ridiculizar, ni «cascotear» a nadie. Expresa sus sentimientos y pensamientos con respeto. Y eso que le hicieron «más de una». Bienvenido, amigo querido, Carlos “El Bribón” Bravo, a “La Ley del Boxeo”:

“Hola Fede, como estas. Muchas gracias por tu invitación. Mi padre era sereno y mi madre cocinera, como todo pompeyano fui a la escuela Benito Garat, pero no terminé. Mi mamá me dijo que si no estudiaba… laburara: «vagos acá no quiero». Y me hice albañil desde los trece años. Yo quería trabajar y hacer deportes todo el día”.

“Jugaba al futbol en Wanderers como arquero. Seguí todas las campañas de «El Bohemio» en «El Palacio de los Eucaliptus», y en los torneos del interior. Un fanático, pero pacífico. El futbol me encantó, pero el boxeo lo superó”.

“En el barrio había una o dos teles nomás, por eso esas casas se llenaban de vecinos y amigos que no se querían perder las peleas de Loche, Bonavena, Monzón, o de Galindez. Había que abrir la puerta y dejar pasar. Eran grandes acontecimientos”.

“Ya en la adolescencia me volví para el Ex Aeroclub. La tierra me tiraba… Empecé a boxear en el Santa María de Oro. Llegué a dos finales en campeonatos de barrio. En una tiré a «El Cirujano» Gallo dos veces, pero no me la dieron… Mi entrenador preferido fue Eloy Romero, sin despreciar a nadie. Luego me fui a la casa de «El Tato» Olivieri con Mario Salvaterra, más tarde al Municipal, y posteriormente a lo de Nicolás Camino”.

“Mis ídolos como aficionado fueron «El Carita» González y «El Mula» Rigoni que descollaban. Como profesional me encantaba Roberto «Mano de Piedra» Johny, Oscar «El Mono» Vallejos, y «El Hugo» Fernández. Y a nivel internacional el mejor fue, siempre según mi punto de vista, Ray «Sugar» Leonard. Miro boxeo todos los fines de semana. Sin excepción. Es el deporte que más hice, y más me gusta”.

“Soy albañil y entrenador. Por oficio y necesidad. Porque me gusta y con eso vivo y sobrevivo. Me gustaban mucho los bailes hasta que me casé con Mónica y fui papá de Silvia, mi hija. Ella era fanática del boxeador «Piruco» Gómez, entonces por eso no quería que nos enfrentemos entre los dos. Pero nos cruzamos tres veces. Chocamos por la gloria y el corazón de la nena. Yo gane una, empatamos la otra, y la última la ganó «Piruco», pero no a la nena, jajaja. Quedamos mano a mano”.

“Vi a “El Negro” Bogado con Aguilar en el Libertad, a “Tiriti” Osuna con Almirón en el Ferro, a «Cococha» Narváez con «El Pato» Rojas en el Municipal, a «El Gringo» Jaurena con «El Vasco» Agarraberri en el Ferro. Y… «El Tarta» Martínez vs «El Luis» Narváez (el hermano de «Cococha») fue la mejor pelea que vi en mi vida, se amasijaron. Hasta se rompieron los cabezales de tantos golpes bien cargados de malas intenciones”.

“Conocí a Bonavena, a Galindez, a Loche, a Monzón. Fui un boxeador técnico, ordenado, que caminaba bien el ring, que seleccionaba los golpes, que tenía movimientos elegantes, coordinados, por un buen desplazamiento de piernas. Me gusta el boxeador técnico. Un rápido jab de izquierda, y mucha calma para sumar con derecha y en bloques. Típico boxeador ortodoxo. A mí me gusta que boxeen bien, no que revoleen como en la calle, esos me gustan mi”.

“Entrenaba a un montón de gurises en el club Sarmiento. Entre ellos al actual profesional Jorge «El Picante» Bermúdez. Marcelo Cresto siempre confió en mi persona. El Sarmiento había quedado re lindo”.

“Uno de mis orgullos fue Zoe «La Pibita» Franco quién empezó boxeo a los 10 años. Una nena que fue batacazo más de una vez. La tapada. La Gran Cenicienta del boxeo local. Que un día se mandó al gimnasio del Club Sarmiento y terminó ganándole a Brenda «La Zorrita» Vittori, contra todos los pronósticos, a “La Pechito” Ferreyra… Una chica bárbara”.

“Luego conseguí mudar la «Escuela de Boxeo Los Pibes» al Poli funcional, recinto donde soy el entrenador de Soraya «La Morochita» Izaguirre y de Martín «El Pumita» Gómez, dos «Campeones sin Corona», dos «San Antonio de Padua sin Trofeo». Tengo de pupilos a dos gurises que me producen sonrisas y buenas vibras cuando los veo, son jóvenes, frescos, y novios. Una hermosa historia de amor de boxeo de barrio. Los quiero con locura”.

“Hoy vivo en el barrio Almirante Brown, es mi lugar en el mundo, por calles de tierra o adoquines. Si estiras la mano tenés el barrio Gruta de Lourdes, más allá el Tiro Federal, la Carretera La Cruz, todos blindados por el muro de contención de la inundación. Pero esta bueno porque no está tan lejos del centro tampoco. Es una zona histórica de nuestra ciudad, que tiene anécdotas desde que nació, hace mucho, Concordia. Y que sabe y mucho de tragedias naturales, y de gente sufrida y luchadora, Fede”.

Además, ha sido Corredor de Maratón de Reyes, de Media maratón, de la Binacional, de la Adidas. Es un hombre trabajador, honesto, dedicado, responsable, y sano. Que se levanta a trabajar, y a entrenar. Bien sencillo. Vieja escuela de personas. De viejos valores. Fanático del barrio, del futbol, del boxeo, de la familia, de sus pupilos, y de ser un albañil. Este tipo de gente, como Carlos Bravo de la golpeada zona sur de Concordia, son los que construyen y mantienen el país vivo. Lo demás son “todos versos”.

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